Filipinas aprueba una ley de acceso a los métodos anticonceptivos a pesar de la influyente iglesia católica
Tras 13 años de debate y a pesar de la oposición de la influyente iglesia católica, Filipinas tiene una ley que facilita el acceso a los métodos anticonceptivos, un avance determinante para un país con altas tasas de muertes en el parto y cuyo atraso económico tiene mucho que ver con la superpoblación.
Redacción
18/12/2012
El parlamento filipino ha aprobado finalmente una ley de contracepción que el presidente Benigno “Noynoy” Aquino podría firmar antes de fin de año. Con todo, el Senado y la Cámara de Representantes han aprobado dos textos ligeramente divergentes, por lo que antes de hacerse efectiva la firma presidencial deberá consensuarse una única versión.
Los defensores de la ley consideran que por fin garantiza la posibilidad de una paternidad responsable y la planificación familiar. Así, los partidarios de la contracepción esperan poder garantizar el desarrollo de amplias capas de la población, predominantemente pobre, que veían comprometida todavía más su situación al tener hijos no buscados o perdiendo a madres por culpa de embarazos sucesivos sin la atención médica debida.
Según datos del gobierno, la mortalidad en el parto o como consecuencia de él creció un 36% entre los años 2006 y 2010.
El índice de natalidad en Filipinas se mantiene por encima de los 3,1 hijos por mujer, mientras que en otro país equiparable del Sudeste Asiático, Tailandia, ya en los años noventa se redujo a 2,1.
La iglesia católica, que conserva en Filipinas una gran influencia social, considera que la introducción de esta ley de contracepción corromperá los valores morales.
El gobierno filipino se había estrellado hasta tres ocasiones anteriores contra el muro de la jerarquía católica y sus aliados.
Los sectores opuestos a la ley de salud reproductiva han anunciado que recurrirán ante el tribunal supremo.
De todos modos, el hecho de que el legislativo haya acabado aprobando por un amplio margen la legalización y acceso generalizado a los anticonceptivos ya demuestra que las resistencias de los sectores católicos más intransigentes son cada día menos compartidas por el conjunto de la población.
Es cierto que el 80% de la población filipina se define como católica, confesión introducida en el archipiélago durante la colonización española.
Pero también es verdad que, según una encuesta efectuada el año pasado, el 68% de los filipinos y filipinas se manifestaban partidarios de la planificación familiar por métodos anticonceptivos artificiales, como los preservativos, la píldora o los dispositivos intrauterinos.