Eva Queralt
28/01/2009
Una joven francesa que estudia chino en Pekín participa como traductora en la preparación de la película “El último emperador”. Allí conoce a un viejo erudito que le explica la historia verdadera del último de los emperadores chinos, Puyi, y de su relación con un manuscrito que contiene un sutra budista escrito en la desaparecida lengua tumchuq.
En el marco de su detención por las tropas japonesas y del fin del Imperio, Puyi habría desgarrado en dos este manuscrito y una de sus partes se habría perdido. Por la traducción de la primera parte, un hombre se queda colgando al borde de un abismo y su destino no se conocerá hasta el fin de la novela.
Poco después de descubrir la historia de Puyi, la estudiante francesa conoce a Tumchuq, un joven cuyo origen tiene mucho que ver con el manuscrito y que acabará marcando su vida. La búsqueda enfermiza de este sutra atormenta a personajes de varias generaciones y les hace renunciar incluso a bellas historias de amor.
Dai Sijie, conocido por sus anteriores éxitos “
Balzac y la joven costurera china” y “
El complejo de Di”, recurre de nuevo al contacto entre oriente y occidente con su versión más global. Personajes poliglotas que pertenecen a diversas culturas viajan por varios continentes y usan la búsqueda del manuscrito como pretexto cuando en realidad se buscan a ellos mismos intentando huir de su inestabilidad emocional.
En esta búsqueda, el lector descubre desde remotas y pobres provincias chinas a pequeños poblados de Mali, de las bibliotecas universitarias de París a centros de impresión budistas escondidos en centenarios templos birmanos.
Más allá de la interculturalidad de la novela, el propio autor considera “
Una noche sin luna” (Ed.
Salamandra) muy diferente a sus anteriores obras, “mucho más literaria y sin ironía”, un homenaje a la palabra y a la caligrafía. Se trata sin duda de una historia compleja, con precisos aportes históricos, referencias culturales, religiosas y literarias, y extensas reflexiones por parte de los personajes que en ocasiones llegan a entorpecer el ritmo de la lectura al sobreponer demasiadas historias y tiempos.
La novela empieza en Pekín en 1979 y vuelve a la capital china en 1990. El retrato de la ciudad en estos dos tiempos aporta el punto de vista del autor acerca de la evolución del país y en concreto de Pekín en este periodo. La protagonista busca los lugares en los que había vivido y amado once años antes, y aunque la novela empieza y acaba en el centro de la ciudad, sus calles son irreconocibles, Pekín es ya otra ciudad.
Afincado en París desde 1984, Dai Sijie utiliza el francés como lengua literaria, algo que reconoce no le ha sido nada fácil pero a lo que se ha visto empujado por las dificultades que encuentra para publicar sus obras en su propio país, China.