Eva Queralt
15/12/2009
Hace poco más de un año que se celebró, por todo lo alto, la ceremonia de la primera piedra de la ecociudad de Tianjin, impulsada conjuntamente por los gobiernos de China y Singapur al más alto nivel en 2007. El director de la oficina singapurense dedicada al proyecto,
Ong Beng Lee, explica que el objetivo de la construcción de esta nueva ciudad es “servir de modelo para el resto de ciudades chinas”.
Pero a la vez quiere ser un ejemplo para mostrar al mundo el compromiso de ambos países “en la protección medioambiental, fuentes y ahorro energético y construcción de una sociedad harmoniosa”, añade Ong.
Los lazos históricos, sociales y culturales que unen
Singapur y China han propiciado el desarrollo de acciones conjuntas y esta ecociudad representa el segundo gran ejemplo, tras el éxito de la iniciativa común en el
Suzhou Industrial Park, que empezó su actividad ya en 1994.
En el proyecto de Tianjin, situado a pocos kilómetros de la ciudad de mismo nombre, el desarrollo va a cargo de una empresa conjunta compuesta al 50% por un consorcio chino y uno de Singapur y está prevista su finalización completa en un plazo de entre diez y quince años. Entones, según las previsiones, tendrá 350.000 habitantes en un área total de 31,23 km2 que se mantendrá apartada de la ciudad original de
Tianjin, una de las más importantes del norte de China y que actualmente ya cuenta con once millones de habitantes.
La primera fase, de 4 km2 aproximadamente, deberá finalizarse en tres o cinco años. Según Ong Beng Lee, la construcción de esta primera área y de las infraestructuras clave “avanza a buen ritmo a pesar de la crisis económica y con el cambio de año van a empezar varios proyectos residenciales y comerciales”.
La apuesta china por las energías renovables y por buscar fórmulas para reducir su contaminación atmosférica –es el primer país del mundo en emisiones de CO2- tendrá en esta ciudad un lugar de aplicación directa. Se prevé que el 20% de energía proceda de estas fuentes y que se busquen soluciones ‘verdes’ para los grandes desafíos energéticos de la ciudad. Para Ong, los principales
retos se derivan de las dos exigencias previas de China: localizarla en una zona que no fuera apta para el cultivo y con escasez de agua.
El proyecto además hace hincapié en que uno de los grandes objetivos es conseguir una sociedad “harmoniosa”. Esto incluye la buena compenetración con el entorno, el respeto a dos localidades que quedan incluidas dentro del área, la construcción de viviendas sociales, que los espacios sean accesibles para discapacitados y gente mayor, localización de comercios en torno a las zonas residenciales, etc.
La ambigüedad de la etiqueta 'eco'
Pero… ¿Qué es una ecociudad? En realidad, no hay una definición clara para este calificativo.
Jordi Oliver, investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor de Ecodiseño en Elisava, reconoce que “a nivel internacional no hay unos estándares que definan qué es una ecociudad o un ecobarrio y muchas veces se utiliza como una etiqueta de marketing en proyectos que no son tan sostenibles”.
Normalmente, cuando se habla de ecociudades se trata de proyectos para mejorar ciertas ciudades o barrios existentes para hacerlos más sostenibles, pero en el caso de las iniciativas chinas se crean ciudades nuevas, algo que sorprende por su magnitud.
Lluís Grau, arquitecto de la Agrupación Arquitectura y Sostenibilidad, señala precisamente la dificultad que entraña analizar los proyectos de ecociudades chinas por “la escala en la que trabajan, el gigantesco espacio que ocupan y el número de personas a las que afecta, magnitudes a las que no estamos acostumbrados”.
Sobre la distribución de la nueva ciudad de Tianjin, Grau ve interesante el modelo de ciudad compacta que se propone aunque con una zonificación excesivamente marcada, lo que disminuye las posibilidades de desplazarse a pie. También lamenta que los m2 de zona verde por habitante estén por debajo de lo recomendado por la OMS.
Desde otro ámbito, Oliver considera que en este proyecto “hubiera sido deseable un uso más elevado de energías renovables y una mayor eficiencia energética, además de que no se puede considerar el uso de agua de desalinizadoras como sostenible porque el proceso requiere una gran cantidad de energía”.
Entre los aspectos positivos destacan la vinculación de un desarrollo económico junto al social. Los expertos consideran que muchos proyectos similares, aunque a menor escala y en otros países, han fracasado porque se la áreas ‘eco’ se han convertido en ciudades dormitorio, con lo cual el desplazamiento hacia el lugar de trabajo acaba siendo contraproducente a nivel de gases generados.
Tianjing, además de facilitar la movilidad, prevé crear empleo dentro de la misma ciudad, centrándose en el sector terciario y de servicios, y la investigación y la formación sobre tecnologías que ayuden a respetar el medio ambiente.
Un antecedente peligroso
El gran intento fallido de construir una ecociudad en China se llama
Dongtan. Este ambicioso proyecto, que se debía construir en una isla cerca de Shanghai, fue anunciado como la gran revolución verde, ya que debía introducir un nuevo paradigma que minimizara al máximo la huella de carbono generada en la ciudad.
El macroproyecto empezó a desarrollarse en 2004 y debía tener 25.000 habitantes en una primera fase que iba a ser inaugurada coincidiendo con la Exposición Universal de Shanghai 2010. Para 2030, tenía prevista una población de 500.000 habitantes.
Todas las viviendas debían estar a menos de siete minutos a pie del transporte público, el 100% de la energía consumida se generaría con energías renovables y la comida se produciría en la misma isla. Pero tras cinco años, de este idílico paraíso no se ha construido prácticamente nada y los factores para el fracaso han sido básicamente la mala gestión y la corrupción de los políticos locales.
Grau no cree que haya sido un problema de mala planificación, dado que hay otros proyectos similares del mismo autor que Dongtan que sí que están en marcha, como el de Wanzhuang, que deberá tener
400.000 habitantes en 2025.
Para él hay que entender que con este tipo de proyectos China busca formas de resolver el gran problema que supone en este país la inmigración masiva del campo a la ciudad, lo que hace inviable e insostenible aplicar los mismas soluciones que se han aplicado en Occidente por la cantidad de población de la que estamos hablando.
“Hay quien opina que, en general, el crecimiento de las ciudades chinas está reproduciendo el 90% de los errores cometidos por las ciudades norteamericanas, por lo que es de agradecer que al menos una parte de este crecimiento se haga buscando nuevas fórmulas, que además, si funcionan en China, quizás sean también válidas para el resto del mundo”, añade Grau.
Para Oliver, “lo ideal sería que todas las ciudades de China empezaran a incorporar los parámetros con lo que se ha diseñado el proyecto de Tianjin y que la legislación obligara a ello”. Pero finalmente, si el proyecto de Tianjin acabará siendo una ecociudad o no “dependerá en gran medida de la población y en China todavía es muy difícil frenar los hábitos de la nueva clase media”.