Eva Queralt
04/12/2009
Un par de años atrás, China e India, como la mayoría de economías emergentes, se negaban a poner límite a sus emisiones. Ahora, ante la
Conferencia Internacional sobre Cambio Climático toman posiciones y presentan propuestas conscientes de la necesidad de aportar su grano de arena en este gran reto planetario pero reclamando ayuda internacional para ello.
Los países emergentes, entre ellos China e India, consideran que el cambio climático no es su culpa. Aunque se encuentran entre los grandes contaminantes, el problema no lo han creado ellos, sino las potencias que llevan décadas emitiendo CO2. Pero aunque no hayan creado el problema, ¿son ellos la solución? Éste será uno de los grandes debates de la Conferencia auspiciada por Naciones Unidas que se celebrará en Copenhague entre el 7 al 18 de diciembre.
Durante el encuentro entre Barack Obama y
Hu Jintao a mediados de noviembre en Pekín, ambos líderes reconocieron que no habría un acuerdo vinculante en Copenhague. Aunque después han matizado el discurso asegurando que esto no quiere decir que no se busque un compromiso político serio, la declaración puso fin a las esperanzas en la Conferencia.
Pocos días después, China cuantificaba por primera vez sus esfuerzos en la reducción de emisiones de
gases de efecto invernadero y exponía su propósito de reducir, para el 2020, entre un 40 y un 45% las emisiones de carbono por punto de PIB en relación al 2005. A más largo plazo, preveía reducir un 75-85% de las emisiones por punto de PIB para 2050.
Las emisiones por punto de PIB, la llamada ‘intensidad carbónica’, establece una correlación entre contaminación y crecimiento económico, por lo que China no reducirá sus emisiones, sólo las frenará.
Para ello, China quiere reestructurar la industria, introducir planes de eficiencia energética en cada sector y priorizar el transporte público. Además Pekín pretende aumentar la eficiencia en el uso de carburantes fósiles, aumentar las energías renovables e implementar el sistema de captura y almacenaje de CO2.
Con estas medidas
China espera que para el 2030 el 50% de la energía sea ‘low-carbon’ -de baja emisión de carbono-, llegando al 100% en 2050. Pero para conseguir esta meta China necesita una gran conversión tecnológica, para la cual reclama la ayuda de occidente, ya sea económica, en asesoramiento o en transferencia de conocimiento.
La demanda se dispara
En el Asia-Pacífico hay más de mil millones de personas sin acceso a fuentes de energía. Con el rápido desarrollo de estos países, el incremento de la demanda será enorme. Se estima que China será en breve el mayor consumidor de energía mundial e India el tercero. De esta nueva demanda, dos tercios corresponderán a países en desarrollo y se calcula que un 53% será para China e India.
Con el reto de satisfacer esta demanda sin disparar las emisiones, China enfocará su nuevo plan quinquenal para conseguir ser una economía ‘low-carbon’, algo difícil de imaginar cuando actualmente el 70% de la energía que consume China procede del carbón, la energía primaria fósil más contaminante.
Pero por otra parte, China es el gran mercado emergente de energías renovables. En los últimos ocho años ha casi alcanzado a Estados Unidos en inversión privada en este campo, ya es el principal exportador de componentes para plantas solares y dispone de una de las más potentes industrias de turbinas eólicas.
En 2008, la inversión de China en energías renovables creció un 18% y la mayor parte ha ido destinada a la energía eólica, que en dos años ha doblado su capacidad de producción y ya supera a la de la Unión Europea, a pesar de haber empezado de cero hace aproximadamente una década.
El anuncio de reducción de emisiones de Pekín, aunque poco concreto, ponía entre las cuerdas a
India, según reconocía el propio ministro de Medio Ambiente Jairam Ramesh. Pero India reiteraba el discurso de no comprometerse a reducir emisiones a menos que los países desarrollados se marcaran objetivos destacables y facilitaran tecnología a los emergentes.
Nueva Delhi considera que un país con tanta pobreza debe priorizar el desarrollo económico y no limitarlo con una reducción de emisiones cuando los que más emiten per cápita son los más desarrollados. Pero finalmente, en vísperas de la Conferencia, el primer ministro Manmohan Singh ha anunciado el compromiso de reducir la intensidad
energética entre un 20 y un 25% para 2020 en relación a 2005.
La intensidad energética, como en China, condiciona las emisiones al PIB, por lo que no es una disminución real de emisiones. Además, India sigue condicionando este esfuerzo al sistema de reparto de cargas entre países que se acuerde en Dinamarca y al apoyo que reciba de Occidente para conseguir esta meta. Singh también ha lamentado que algunos países usen la lucha contra el cambio climático para imponer medidas económicas proteccionistas, lo que perjudica a su país.
India, que ya es el tercer país más contaminante tras China y EUA tras superar recientemente a Rusia, emite ahora 1.200 millones de toneladas de CO2, lo que supone el 5% de las emisiones globales, aunque podría alcanzar entre 4.000 y 7.000 en 2030 de seguir como hasta ahora. Aun así, su CO2 per cápita es todavía muy inferior al de países ricos. De hecho, por cada tonelada de CO2 emitida por un ciudadano indio, un norteamericano emite 20.
Pero en su caso, también sufre la dependencia del carbón y el 50% del consumo de energía actual procede de esta fuente energética altamente contaminante. Por ello confía también en el desarrollo de las renovables y en 2008 ya invertía un 12% más en este campo, según la PNUMA.
Pero más allá de las presiones o negociaciones internacionales, tanto China como India necesitan cambiar sus modelos energéticos para asegurarse el suministro y para hacer frente al grave problema de contaminación de sus ciudades. Además, China sufre la desertificación de amplias zonas, problemas de abastecimiento de agua y el aumento de las enfermedades respiratorias de la población debido al cambio climático. India, que también sufre consecuencias similares, ha endurecido recientemente la ley de la calidad del aire.
Indonesia, el país de los bosques
Uno de los Estados asiáticos que se está situando a velocidad de vértigo entre los principales
emisores de CO2 a la atmósfera es
Indonesia, un país que a la vez sufre las consecuencias del cambio climático y ha visto como por el momento hasta 29 de sus
islas han desaparecido bajo el mar.
Su presidente, Susilo Bambang Yudhoyono, asistirá a Copenhague para forzar un acuerdo y presentará su propuesta: reducir un 26% las emisiones en relación a 2005 para 2020. Para ello, considera que sólo necesitará frenar de deforestación y potenciar las energías renovables.
De hecho, la conservación de los bosques tropicales de Indonesia y las turberas son fundamentales para frenar el cambio climático. Su destrucción lanza al espacio enormes cantidades de CO2, además de impedir la regeneración del aire, y en los últimos 50 años su superficie boscosa se ha reducido a la mitad.
Se calcula que el 80% de los 2.300 millones de toneladas de CO2 que Indonesia emite anualmente se deben a la deforestación e incendio de la turba. Aunque la explotación de los bosques ha disminuido con el paso de la dictadura de Suharto al gobierno democrático de Yudhoyono, hace falta algo más que buenas intenciones para reconvertir la economía de un país con todavía un elevado grado de pobreza y que ha considerado durante años la madera como su gran riqueza.