Xulio Ríos
24/01/2012
El año 2011 ha discurrido en China en tres dimensiones. En el ámbito oficial, ha crecido la preocupación por las dificultades económicas y sus repercusiones sociales y políticas. El crecimiento se situó en el 9,2%, con una inflación del 5,4%, superior al objetivo del 4%, constatando la complejidad de las estrategias de control. Por otra parte, la sociedad china ha iniciado un despertar propio en el que convergen la insatisfacción por los efectos nocivos de la reforma y la conciencia acerca de sus crecientes posibilidades de incidir en el poder, especialmente ejerciendo la presión a través de la Red (Weibo). Por último, la persistencia de la crisis en el mundo desarrollado ha alentado los temores a una China cuyos déficits y ambigüedades despiertan recelos profundos tanto en lo estratégico como en otros ámbitos. China tiene serias dificultades para hacerse aceptar y la promoción de un hipotético poder blando sin reforma política sugiere efectos benignos muy limitados.
El transcurso del ejercicio 2011 ha fortalecido la necesidad de dar un nuevo impulso a la reforma que exige prestar más atención a la participación social (en lo económico, a través del consumo; en lo político, asumiendo el diálogo como un estado natural) desde una perspectiva más integradora, superando las inercias dirigistas que aun predominan en el imaginario de unos funcionarios habituados a observar cualquier movimiento social como una invocación que desautoriza su proceder.
En cuanto a las previsiones para 2012, el primer ministro Wen Jiabao ha puesto en guardia contra un Año del Dragón que se presenta especialmente difícil en lo económico y social ante la perspectiva de una ralentización pronunciada del crecimiento en la segunda economía del mundo. Las dificultades en la zona euro y EEUU, mercados clave para sus exportaciones, confieren a la demanda doméstica un papel esencial para paliar los efectos de la crisis económica. El anuncio de una política monetaria “prudente” significa que el gobierno no intentará estimular la economía con nuevas medidas de expansión.
Pero será la celebración del XVIII Congreso del Partido Comunista de China quien concentre toda la atención. En primer lugar, porque se prevé un importante número de cambios en la dirigencia, los mayores de los últimos treinta años, lo que supondrá un ejercicio de consenso sin igual para disipar los rumores de fractura (proyecciones de poder de Jiang Zemin, de Li Peng, de Zhu Rongji, Zeng Qinghong, todos ellos en la segunda línea, junto con las ambiciones de Wang Qishan en detrimento de Li Keqiang, la rivalidad Bo Xilai –Chongqing- y Wang Yang –Guangdong-, etc.). En segundo lugar, por la naturaleza del debate de ideas, entre los partidarios de una verdadera reforma política, el continuismo actual, más reformismo económico o el impulso a una tercera vía entre el inmovilismo y el liberalismo inspirado en Occidente, tendencias que en los últimos meses han sido objeto de particular atención en las publicaciones internas del PCCh. Por último, cabe imaginar que la imposible conciliación de la tradicional tendencia a la opacidad en este tipo de eventos y las demandas informativas de una sociedad que intentará satisfacer a través de la Red nos mostrará una nueva quiebra entre el poder y la sociedad.
En el orden internacional, las tensiones pueden aflorar, en especial con EEUU, que vivirá un año electoral en el que China emerge como referencia inevitable para demócratas y republicanos. Ambos blandirán su visión de la amenaza china en los campos económico, militar y cultural. Obama ha creado ya un grupo especial con la misión de supervisar cualquier actividad china que EEUU considere lesiva a sus intereses. ¿Será capaz Beijing de mantener su apuesta básica por el diálogo y la cooperación o se verá impelido a asumir la dinámica de confrontación?
Evitar el surgimiento de nuevos frentes de inestabilidad que podrían afectar a socios cualificados (desde Venezuela a Irán) y a su entorno regional inmediato (con el agravamiento de las tensiones en el mar de China meridional), reaccionando a tiempo y diversificando riesgos, constituyen retos significativos de la diplomacia china en 2012.
Todo esto y más (análisis detallado y cronología de 2011, datos sobresalientes, los protagonistas) en una nueva edición del Informe Anual sobre la Política China que en su sexta edición, bajo la dirección de Xulio Ríos, nos acerca las claves principales de la evolución del gigante oriental.
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