La revolución Xinhai: dos visiones de un mismo acontecimiento

01/10/2011 En el año 2011, concretamente el 10 de Octubre se conmemoran los cien años del día del inicio de la revolución que instigada por Sun Yatsen derrocó a la dinastía Qing en China. En 1911, era difícil imaginar que se pudiera constituir la primera república en Oriente, en un país, que en la época tenía más de 400 millones de habitantes y salía de un gobierno imperial y autocrático.

Si bien en los dos lados del estrecho de Taiwán se realza la figura de Sun Yatsen como el padre de la patria, en cada parte, la República Popular China y en Taiwán, se entiende que la revolución serviría para objetivos distintos según en que lado se pusiera el que habla.

Efectivamente, mientras que el gobierno de Taipei plantea esa revolución como el comienzo de su historia, que cumple ahora cien años, Pekín, por su parte, la ve como un paso previo para el desarrollo de la revolución proletaria y el nacimiento de la República Popular en 1949, razón por la cual, mientras lo probable es que Pekín celebre el centenario ignorando la creación de la República de China, Taipei lo vaya a celebrar, sin duda, subrayando su nacimiento así como los logros económicos y políticos conseguidos en los últimos cien años, haciendo especial hincapié en los conseguidos por el partido nacionalista, Kuomintang, desde su instalación después de la guerra civil, en 1949, en la llamada por los portugueses Isla Hermosa.

Algo que se tiene que subrayar en pro de un mejor conocimiento de la historia es que en ambos lados del estrecho se enseñan en las escuelas realidades bien diferentes de esta historia: en el continente prácticamente no se enseña la realidad de la República de China nacida en 1911 ni sus logros políticos, económicos o sociales hasta 1949 y solamente se estudia la parte más oscura de la misma, como la existencia de corrupción, el control que sobre el país ejercieron los señores de la guerra frente al poder central y el caos existente sobre todo en los primeros 16 años, así como la dificultad de implementar una realista reforma agraria.

Para los comunistas, con la llegada de Mao Zedong en 1949, como primer secretario general del Partido Comunista en la nueva República, se consiguió expulsar a los extranjeros, empresarios y misioneros, crear un nuevo estado y completar la revolución iniciada por Sun; es la visión que al final han conseguido transmitir a todo el mundo.

Para los chinos del continente, Sun era un idealista que había vivido en el extranjero durante muchos años, por lo que para los comunistas tenía poco conocimiento de la problemática por la que atravesaba el pueblo chino de la época y que cuando fue elegido presidente de la República en Nanjing, el 1 de enero de 1912 no tenía dinero, ni ejército, ni apoyo de ningún gobierno extranjero.

Por otro lado, Yuan Shicai, sucesor de Sun en la presidencia de la República, sería preferido a Sun por los poderes occidentales y por Japón. Esa fue la razón por la que Sun Yatsen acudió a la Unión Soviética y al partido comunista soviético, que le prestó ayuda organizativa y técnica.

Para muchos chinos del continente, la República de China desapareció con su derrota en la guerra civil el 1 de octubre de 1949 estimando que el gobierno de la Isla Hermosa es un gobierno rebelde.

Por el contrario, en Taiwán, los estudiantes aprenden una historia diferente ya que se les enseña que viven en la República que Sun Yatsen formó, que implementó su legado político basado en los llamados “Tres Principios del Pueblo”: democracia, nacionalismo y bienestar (aunque el primero no llegaría hasta las primeras elecciones generales del año 2000).

Por otro lado, es preciso señalar que durante los diez años que sucedieron a la revolución Xinhai, el PIB creció un 13,8% al año y muchos economistas pensamos que el llamado periodo de Nanjing (desde el asentamiento del Kuomintang en toda China en 1928 hasta la invasión japonesa en 1937) se podía llamar la década dorada de China, con un crecimiento rápido de la economía basado en la separación de poderes, aumento de las competencias de las instituciones públicas y la liberalización económica y la democracia, condiciones --excepto esta última, que todavía no se ha cumplido-- que no se volverían a cumplir en China hasta el inicio de la política de puertas abiertas iniciada por Deng Xiaoping en 1979.

Para los taiwaneses, la caída del gobierno nacionalista de la República y consiguiente pérdida de la guerra civil se debió a la invasión japonesa que produjo destrozos de importancia máxima en todos los aspectos del país entre ellos la muerte, en la guerra antijaponesa, de 3,5 millones de personas del KMT, (sus mejores y mas competentes generales fallecieron en la contienda o se pasaron al enemigo durante la guerra civil) y solamente 500.000 del partido comunista y ello sin valorar las pérdidas y destrucción de la infraestructura económica e industrial.

Para, posteriormente, iniciar una guerra civil que subrayó lo que pensaba Chiang Kaishek “los japoneses eran una enfermedad de la piel y los comunistas una enfermedad del corazón”.

No es este el lugar para evaluar los éxitos y fracasos de uno y otro lado del estrecho de Taiwán, aunque sí es preciso señalar que en ambos lados se tiene mucho que celebrar por unas razones u otras si miran hacia atrás.

Aunque lo cierto es que para que vean la historia desde un mismo punto de vista y obtengan las mismas consecuencias de esta revolución deberán pasar todavía muchos, muchos años.

*José Luís García Tapia es autor del libro  "Amarillo Pasión"