China ante el TPP
Sabiéndola próxima, la noticia de la firma del Acuerdo Transpacífico o TPP ha sido acogida en China de manera sosegada y huyendo de polémicas. Ello a pesar de que en China se percibe el TPP como una maniobra de EEUU para intentar frenar su emergencia.
La Casa Blanca excluyó desde el primer momento a China como estado signatario ejerciendo una voluntad escasamente negociadora, a diferencia de la mostrada, por ejemplo, con Vietnam. Frente al "o lo tomas o lo dejas" con unos estándares de exigencia inasumibles para Beijing, China lo dejó.
Aun así, el TPP será uno de los grandes tratados de libre comercio de la región y es imposible que no afecte a China. También es verdad que no será el único y que, en conjunto, contribuirá a aumentar las inversiones y el comercio en la zona.
Beijing, por el momento, parece optar por una doble actitud. Primero, no irá de frente contra el TPP, será conciliador y aplicará el principio de esperar y ver, que aún queda un largo trecho de ratificaciones nada fáciles, incluida del propio EEUU. Segundo, apurar su propia estrategia.
Cabe reconocer en este sentido, que China dispone de importantes ventajas sobre EEUU en este plano ya que en los últimos años ha suscrito numerosos tratados bilaterales o multilaterales con numerosos países vecinos.
El más importante de todos, el suscrito con la ASEAN, con objetivos cifrados en 2020 en 150.000 millones de dólares de inversiones bilaterales y un comercio de 1 billón de dólares, es decir, con un incremento del 150 por ciento en relación a 2012. Pese al TPP, le lleva cierta ventaja. Y pronto tendrá listo también para la firma la Asociación Económica Integral Regional (RCEP).
La apuesta de Beijing, por otra parte, es mucho más integral. El comercio y las inversiones deben enmarcarse en la promoción de la conectividad (especialmente ferrocarriles, puertos, carreteras y aeropuertos), con un aumento sustancial de la cooperación en todos los terrenos, incluida la financiera. Esta se vería avalada con políticas armonizadoras pero, sobre todo, con las nuevas propuestas de bancos y de rutas -terrestre y marítima- de la seda, corredores económicos, etc.
Recuérdese que la banca china presta más dinero a la región que el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo juntos. Con los nuevos instrumentos financieros en marcha, en parte boicoteados por EEUU, su capacidad de acción es innegable.
Habrá un impacto del TPP sobre China. Pero de ahí a asegurar que se traducirá en obstáculos para la emergencia del gigante puede ser un error. China ha demostrado su capacidad de adaptación y reacción. Lo vimos en el caso de la OMC. De entrada, si beneficia a Asia, no puede perjudicar a China, siendo, como es, una parte tan importante del continente.
China no sacrificará de buenas a primeras el control de sus sectores estratégicos ni de sus grandes empresas estatales para sumarse al TPP e intentará aprovechar su modelo para seguir ganando terreno e influencia.
Desde el punto de vista político, la exclusión de China es un error que no tendrá otro efecto que la activación del nacionalismo.
Si la Casa Blanca piensa que con esta maniobra puede convertir el sueño chino en una pesadilla y detener su modernización, no conseguirá probablemente otra cosa que exacerbar su sensibilidad y sumar voluntades para saltar el cerco de la contención. De hecho, brinda un argumento fácil para contemporizar las dificultades en su transición hacia un nuevo modelo de desarrollo.
Las voces a favor de una intensificación de la reforma, con lagunas evidentes, ganarán intensidad aunque no quede claro por el momento cual será la tendencia futura predominante, si se orientará en idéntica dirección o formulará una propuesta diferente que incorpore las críticas que estos tratados reciben de amplios colectivos en todo el mundo.
¿Puede China quedar aislada? De los 12 países que componen el acuerdo, varios ya han suscrito tratados de libre comercio con Beijing, incluyendo Australia, Vietnam, Malasia o Chile, y el volumen de su intercambio con China supera el 20 por ciento. A ellos hay que sumar muchos otros con países de la región que no participan del TPP.
China financia los presupuestos de muchos de estos países y el funcionamiento de industrias o servicios básicos, una connivencia que supone un balón de oxígeno no desdeñable para gobiernos y empresas de la región. El TPP no dará la vuelta a este proceso sino que deberá adaptarse a él.
El modelo de integración planteado por EEUU en el TPP es de difícil encaje para China.
El mecanismo ideado para la solución de controversias que otorga importantes prerrogativas a las empresas o las reglas impuestas a las empresas estatales para operar en países terceros supone restricciones inasumibles por cuanto erosionan su soberanía.
Otras medidas en el ámbito de la información y de derechos básicos plantean alteraciones que afectan a su sistema político y no parecen incorporables a corto plazo.
Solo si en un futuro próximo, EEUU, la UE y Japón lideran un mercado gigante bajo reglas comunes, podría tener impacto sustancial sobre China, pese a todo, con un papel irreemplazable hoy día en la economía regional y mundial.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China