Redacción
05/03/2015
La estrategia del gobierno chino, desgranada por el primer ministro ante el parlamento, consiste en evolucionar del modelo económico de los últimos años, fuerte inversión y mano de obra intensiva, a uno mucho más diversificado basado en el consumo interno y un todavía por explotar sector servicios.
Unas 30 páginas de las 36 del discurso de Li Keqiang ante la Asamblea Nacional Popular estaban dedicadas a la economía, verdadera preocupación de los dirigentes chinos.
Prácticamente solo quedaba espacio para el otro gran tema de debate ciudadano en China, el medioambiente, de hecho, fuertemente ligado también al modelo económico que prioriza el crecimiento por encima de cualquier otro factor.
Esta es la dinámica que quiere cambiar Pekín anunciando un objetivo de crecimiento ligeramente inferior al de estas dos últimas décadas.
Aunque todo tiene sus matices. De hecho, solamente se trata de cuatro décimas menos que el crecimiento alcanzado en 2014, un 7,4%. Y de un punto respecto a los objetivos de crecimiento, el 8%, de los años anteriores a la crisis global de 2008.
Y a tener en cuenta también que el modelo de mano de obra intensiva y bajo valor añadido ya no casa con la nueva realidad --normalidad-- china, es decir una sociedad más desarrollada económicamente y con mayor calidad de vida.
La mano de obra se ha encarecido y los ciudadanos chinos disponen de dinero para comprar. Este factor, combinado con la crisis exportadora debido a la apatia de mercados como el europeo o el japonés, hacen que Pekín mire hacia sus propios consumidores como nuevo motor de la economía.
Además de encarecerse por la mejora de las condiciones de vida, la mano de obra ya no es una fuente inagotable en China. Por primera vez desde las reformas impulsadas por Deng Xiaoping, el aluvión anual de nueva mano de obra se ha reducido.