La Revolución del Paraguas ha vivido un nuevo episodio de violencia tras una semana relativamente tranquila a pesar del desalojo de los manifestantes de las calles del barrio de Mongkok.
El fuerte dispositivo policial la noche del domingo impidió a cualquier precio que los estudiantes y otros grupos se hicieran fuertes alrededor de la sede del gobierno, ante la que ya acamparon durante semanas.
Los campamentos permanentes han sido levantados pero el movimiento de protesta se ha hecho más minoritario y al tiempo más radical, por lo que los choques con la policía están siendo cada día más violentos.
Una vez desalojados los principales campamentos de estudiantes, la policía de Hong Kong parece decidida a evitar que pueda volver a quedar paralizada la actividad tanto en algunas arterias principales de Central como en barrios de gran actividad comercial como Mong Kok.
Las autoridades del territorio saben que tras semanas de parálisis en estas dos áreas la opinión pública local ya no simpatiza tan mayoritariamente con la movilización estudiantil, por lo que habrían actuado con mayor contundencia.
Lo que no ha cambiado es la principal reclamación de los manifestantes, la celebración de las elecciones de 2017 a jefe del ejecutivo de Hong Kong por sufragio universal y sin filtro previo de candidatos por parte de Pekín.
Este último punto no es negociable para el gobierno central chino ni el de la actual máxima autoridad en Hong Kong, Leung Chun-ying.