El comercio bilateral entre India y China ronda los 70.000 millones de dólares pero ahora de lo que se trata es de fomentar las inversiones, por ejemplo las chinas en las precarias infraestructuras indias.
Modi basa su modelo de redinamización de la economía en la inversión pública y por ello el tren como medio de transporte de pasajeros en un país superpoblado como India adquiere se hace prioritario. China tiene una enorme experiencia, reciente, en el desarrollo de una ingente red de ferrocarril de alta velocidad.
Xi Jinping anunciará probablemente un paquete de inversiones similar al que le prometió a Modi en su reciente visita a Tokio el primer ministro japonés, Shinzo Abe, sobre los 33.000 millones de dólares en los próximos cinco años.
Porque más allá de la economía, la visita de Xi Jinping debería contribuir a erradicar definitivamente las desconfianzas entre Pekín y Nueva Delhi, producto de la rivalidad histórica y de algunos diferentes fronterizos que en 1962 llevaron incluso a un breve estallido bélico.
El contencioso fronterizo todavía aflora esporádicamente, pero hoy los intereses mutuos de estas dos potencias emergentes, la nueva realidad geoestratégica de Asia, se imponen a cuestiones del pasado.
Ambos dirigentes son considerados de perfil marcadamente nacionalista. También comparten el desafío de poner orden en la gestión de los asuntos internos de sus respectivos países, empezando por la corrupción y siguiendo con la economía, necesitada de reactivación en India y ya no tan dinámica en China.
Xi Jinping empieza la visita a India en el estado de Gujarat, donde Narendra Modi demostró hábiles aptitudes de gestor que, en buena medida, le han ayudado a ganar las elecciones de la pasada primavera frente a las recetas agotadas de la formación política hegemónica en India, el Partido del Congreso de los Gandhi.