Japón califica de grave la amenaza de seguridad por parte de China en Asia Oriental
El primer ministro nipón, Shinzo Abe, ha aprobado el documento en una reunión de gobierno que ha constatado lo que a los ojos de Tokio es un agravamiento de las amenazas chinas para la seguridad.
En particular el informe señala, además de las pretensiones chinas sobre las islas en disputa, la implantación por parte de Pekín de una zona de identificación aérea obligatoria para todo tipo de aeronaves que abarca desde dichas islas hasta la costa continental de la República Popular.
Japón considera que China busca modificar unilateralmente el status quo en Asia Oriental vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En ese status quo, Japón ha jugado el papel de portaviones de Estados Unidos con una constitución impuesta por los aliados en 1945 que imponía limitaciones al papel del ejército nipón.
Es precisamente estos límites constitucionales a la participación del ejército japonés en conflictos fuera de sus fronteras lo que acaba de modificar el gobierno de Tokio este pasado mes de julio.
Hasta estos cambios, según la constitución nipona impuesta por las potencias vencedoras, el ejército japonés, oficialmente llamado Fuerzas de Defensa, solamente podía combatir si era atacado directamente.
Coincidiendo con el impulso de estos cambios constitucionales, el gobierno de Shinzo Abe también ha aumentado significativamente el presupuesto de Defensa hasta el 2,2% del PIB, una cifra que en términos absolutos es astronómica tratándose, en el caso de Japón, de la tercera economía del mundo.
El documento, de más de cuatrocientas páginas, también relaciona este empeoramiento de la situación con la amenaza norcoreana, en particular en el apartado nuclear, puesto que el régimen de Kim Jong-un habría mejorado el alcance de sus misiles, así como la carga atómica que pueden llevar.
La emergencia de China como potencia regional y la siempre presente amenaza norcoreana justifican a ojos del halcón Shinzo Abe la necesidad de Japón de rearmarse y, de paso, jugar con el nacionalismo como factor aglutinador en una sociedad castigada y frustrada por el estancamiento económico de las dos últimas décadas.