Redacción
26/02/2014
Asumió el cargo hace un año y, desde entonces, el presidente chino, Xi Jinping, ha liderado una inflexible campaña contra la corrupción y la ostentación en una economía con algunas burbujas y síntomas de cansancio tras años de vibrante expansión.
Los males asociados al dinero, disimulados por el éxito económico, las desigualdades de renta, la contaminación… aparecen ahora como un potencial elemento de desestabilización. Xi Jinping se acerca con gestos populistas a unos nuevos ciudadanos cada vez más concienciados sobre los claroscuros de su realidad política y social.
Coincidiendo con uno de los peores episodios de contaminación atmosférica en la capital, Pekín, el presidente Xi aparecía en los medios oficiales paseando por un hutong (barrio tradicional pekinés) departiendo amablemente con los vecinos.
Casualidad o no –eso nunca lo sabremos--, el día escogido para el paseo coincidió con uno de los picos de acumulación de partículas contaminantes en el aire. A tal extremo, que las autoridades decretaron por primera vez la alerta naranja el viernes y el lunes pasados.
Xi Jinping no llevaba mascarilla, como sí lo hacen muchos pekineses, en su paseo al lado del pueblo. De haberla lucido, habría reconocido un fracaso hoy por hoy inasumible por las autoridades en el control de la contaminación en la capital.
Sin embargo, los medios oficiales chinos ponen el acento en que el presidente se pone al lado de los ciudadanos “respirando el mismo aire, siguiendo el mismo destino”.
La referencia al aire precisamente el día de la alerta naranja no deja de ser un mensaje claro a los ciudadanos chinos en el sentido que las autoridades son conscientes de los problemas que les acucian.
Más casualidades o causalidades, según como se quiera interpretar. Li Guixin, un ciudadano de Shijiazhuang, en la provincia de Hebei, acababa de presentar horas antes en los tribunales una denuncia contra el gobierno local por los altos niveles de contaminación atmosférica.
La demanda se basa en los gastos que la polución, general en el norte de China, le ha comportado por la compra de mascarillas para salir a la calle y de purificadores de aire para poder respirar dentro de casa.
Greenpeace ha reclamado al gobierno chino que reconozca que los niveles de partículas contaminantes en el aire son propios de una alerta roja, es decir, la que implica por ejemplo el cierre de las escuelas y severas restricciones de tráfico.
Contra los problemas, orgullo nacional
Y, otra coincidencia más –al menos en el calendario--, precisamente cuando el país hace frente a este grave desafío medioambiental, una de las consecuencias más negativas del desarrollo desaforado e insostenible de las tres últimas décadas, Pekín anuncia una nueva medida que difícilmente va a rebajar la tensión larvada con el gran rival regional, Japón.
El gobierno chino ha decretado dos nuevos festivos anuales coincidiendo con los aniversarios de dos grandes hechos históricos de la traumática historia contemporánea china y de Asia Oriental.
El 3 de septiembre se conmemorará el Día de la Victoria de la Guerra de Resistencia Popular China contra la Agresión Japonesa, es decir, la derrota de Japón al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
El 13 de diciembre estará dedicado a honrar la memoria de los muertos por el “agresor japonés” en la matanza de Nanjing, en 1937.
Intentando ventilar el sofocante aire contaminado del norte de China con la exaltación del sentimiento patriótico, Xi Jinping sabe que va a enrarecer todavía más la cargada atmósfera en el Asia nororiental, materia de acción-reacción con un gobierno de Tokio en manos de un halcón como el primer ministro Shinzo Abe.