Redacción
23/12/2013
La oposición tailandesa aumenta la presión popular en las calles de
Bangkok para intentar derrocar el gobierno. Manifestantes antigubernamentales, que boicotean las próximas elecciones, han rodeado el estadio donde se realiza el registro de los partidos.
La decisión de la primera ministra,
Yingluck Shinawatra, de convocar elecciones el próximo 2 de febrero con el objetivo de resolver la crisis política y desactivar las manifestaciones en las calles de Bangkok no parece ser suficiente para la oposición.
Hoy los activistas antigubernamentales han
rodeado el estadio deportivo donde los candidatos de los partidos políticos deben registrase para participar en las próximas elecciones, con la voluntad de impedir su acceso y así boicotear el proceso.
No han conseguido su objetivo y el registro se ha efectuado en una comisaria, pero mantienen su presión en las calles, después de que el domingo 21 de diciembre consiguieran reunir en una marcha a 150.000 manifestantes que bloquearon el tráfico en las principales arterias de la capital.
La primera ministra,
Yingluck Shinawatra, ha pedido a los manifestantes que respeten el sistema democrático y dejen hablar a las urnas.
Mientras que el líder de la protestas,
Suthep Thaugsuban, sigue exigiendo la dimisión de Yingluck y la disolución del gobierno para establecer un “consejo popular”.
La principal fuerza de la oposición en el parlamento, el Partido Democrático, ha anunciado que nos presentará ningún candidato a las elecciones para boicotearlas ya que están destinadas a perpetuar el poder de Yingluck Shinawatra.
La primera ministra ha disuelto el parlamento y convocado elecciones para acabar con las protestas y con el convencimiento de que su partido puede volver a ganar con una amplia mayoría ya que controla el voto en las amplias zonas rurales.
La política y la sociedad tailandesa siguen divididas entre la Tailandia rural, que ha mimado las políticas populistas del partido de Sinawatra, y la Tailandia urbana de clase media que apoya a la oposición.
Existe el temor que la fractura social pueda conducir a una verdadera guerra civil y como es habitual en la historia de Tailandia, el ejército tenga la última palabra.