D. R.
08/12/2013
Puede que veinte años después de irrumpir con
Kitchen, Banana Yoshimoto ya no sorprenda tanto, pero no por ello
El Lago deja de ser un bello cuento moral largo, o una más que interesante e intensa novela corta.
Con gran habilidad, Yoshimoto se mueve cómoda en distintos ámbitos, tanto en el realismo duro de su escribir parco y certero como en la fábula onírica. De hecho, no hay realidad sin sueño en la visión de la autora.
En el origen de El Lago están, como en la mayoría de obras de Banana Yoshimoto, la pérdida y el duelo. Dos jóvenes, Chihiro, licenciada en arte y prometedora pintora de murales, y Nakajima, un retraído estudiante de genética, se irán conociendo poco a poco, a partir de sus tímidos y lejanos saludos desde sus respectivas ventanas, el poco espacio de luz al que se asoman todavía presos del dolor por la muerte de sus madres.
Cuando Nakajima cruce la calle y se instale en casa de Chihiro, todo cambiará, lentamente, hasta conocerse el misterio que esconde él.
Banana Yoshimoto nos lleva con Nakajima y Chihiro a un mundo onírico casado a la perfección con la descripción de la realidad nipona más palpable y cotidiana, porque como sostiene uno de los personajes de la novela, ir más allá de la realidad nos da acceso a más información.
Entre el sueño y la realidad se alcanza una mayor lucidez, concepto que reaparece constantemente en El Lago sobre todo a partir de la sinceridad y la franqueza con que se expresa Nakajima: “Es que si no dices lo que piensas, cuando hablas, no te queda otra opción que mentir…”
Es cierto que en algunos casos la reflexión filosófica roza el truismo, que es una forma más respetuosa de decir perogrullada, pero siempre nos lleva a la lucidez, incluso dolorosa, como la de los clásicos.
Porque Yoshimoto habla de jóvenes japoneses, como en Kitchen, pero sobre todo se adentra en los valores verdaderos de la existencia, los que Nakajima y Chihiro descubren juntos.
No hay costumbrismo ni folclorismo en la realidad literaria de Yoshimoto. Está Japón, no tanto el que muchos de los lectores occidentales podrán reconocer de sus visitas turísticas, pero sí el de la cotidianidad que viven 126 millones de personas.
Pero sobre todo está ese Japón más desconocido y al tiempo perfectamente reconocible en cualquier otro rincón del mundo rico. El de los claroscuros y contrastes propios de las profundas complejidades de cualquier sociedad moderna, con sus trivialidades, su mundanidad, sus virtudes y sus vicios, sus lados más oscuros, más sectarios...
Y si nos quieren hacer caso, a media lectura prepárense un buen té, que bien les puede ayudar a calentarse si sienten frio por algún párrafo de la a menudo descarnada pero emocionante prosa de Banana Yoshimoto.
El lago –
Banana Yoshimoto –
Tusquets Editores