Redacción
07/09/2013
Tony Abbott ha obtenido una victoria aplastante con 88 escaños, frente a los 57 de los laboristas, que le permitirán gobernar con una mayoría cómoda en un parlamento de 150 escaños.
En su
discurso, tras conocerse los resultados, un Abbott triunfante ha anunciado que Australia ya está bajo una nueva dirección y abierta a los negocios.
La economía y las recetas para hacer frente a su desaceleración han sido uno de los ejes de la campaña electoral.
Los conservadores se han comprometido a liberalizar todavía más la economía, a controlar el gasto y sobre todo a derogar una de las leyes estrellas de los laboristas, la que grava con una tasa a las empresas por las emisiones de CO2. También pretenden endurecer todavía más la política de asilo.
Abbott ha insistido tras conocer su victoria que conseguirá que el presupuesto de la nación vuelva a estar en superávit y detendrá los barcos de inmigrantes asiáticos.
Aunque el crecimiento económico en Australia es de un moderado 2,6%, su sector minero sufre por la caída de la demanda de materias primas, especialmente de sus mejores clientes, China e India.
Los conservadores, con un candidato apoyado por el poderoso grupo Murdoch que controla la prensa australiana, han conseguido acabar con seis años de mandato laborista, que ha obtenido el peor resultado de los últimos cien años.
El hasta ahora primer ministro Kevin Rudd ha reconocido la derrota electoral y ha felicitado a su contrincante.
Rudd ha querido asumir la derrota del Partido Laborista de forma personal y ha anunciado que no volverá a presentarse, asegurando que “el pueblo australiano se merece un nuevo comienzo”.
Kevin Rudd se convirtió en primer ministro en junio pasado, tras desbancar a su colega Julia Gillard de la jefatura del partido y del gobierno, en una votación interna de la formación. De esta forma Rudd le devolvía el golpe a Gillard, que en 2010 y en una operación similar le arrebató el puesto de primer ministro.
Los laboristas, con Kevin Rudd al frente, ganaron las elecciones en 2007 y tras la crisis interna Julia Gillard convocó elecciones en 2010 y consiguió formar un gobierno en minoría con el apoyo de los verdes y diputados independientes.
Desde las filas laboristas se han oído voces críticas que aseguran que su
principal rival ha sido el propio partido y las luchas intestinas. De hecho uno de los argumentos de Tony Abbott es que su partido ofrecía estabilidad y fortaleza frente a las divisiones de los laboristas.
En las elecciones de este sábado 7 de septiembre, catorce millones de australianos han sido llamados a las urnas para elegir a 150 diputados, en un país donde el voto es obligatorio.