Xulio Ríos
20/09/2013
En primer lugar, cabe señalar que el suministro de energía sigue siendo un pilar clave de la relación bilateral. En
Turkmenistán se finalizó la primera fase de construcción del campo de gas de Galkynysh, con reservas comprobadas de entre cuatro y seis billones de metros cúbicos de gas natural (es el segundo mayor campo de gas del mundo).
El gas y el petróleo es también el motor principal de la cooperación con
Kazajstán. Ambos países están unidos por un oleoducto de 2.800 kms y más de 1.000 km de la sección del gasoducto que une China y Asia central. La CNPC adquirió el 8,33% del yacimiento de Kashagan, en el mar Caspio, considerado el más grande los descubiertos en los últimos 40 años, con unos 30.000 millones de toneladas de petróleo.
También en
Uzbekistán se ha enfatizado la importancia de áreas como el procesamiento de gas natural, desarrollo de esquisto y energías renovables. En
Kirguizistán se abordó la modernización de la planta de energía de Bishkek, entre otros. En
Tayikistán, se acordó acelerar la construcción de la línea D del gasoducto China-Asia central, estimándose una inversión de 3.000 millones de dólares. El tramo, de 400 km de largo, debe estar listo a finales de 2016 y aportará a China entre 25 y 30 mil millones de metros cúbicos de gas turkmeno.
En el orden económico, China se consolida como un aliado cualificado. Es el mayor socio comercial de
Turkmenistán (el comercio bilateral alcanzó en 2012 la cifra de 10.300 millones de dólares). Por otra parte, en
Uzbekistán, Xi Jinping revalidó la importancia del parque industrial de Pengsheng, con una inversión china cercana a los 45 millones de dólares, para impulsar las relaciones económicas, que en 2012 crecieron un 32,8% (2.880 millones de dólares en total). En el futuro inmediato podrían abrirse más zonas industriales conjuntas y parques agrícolas.
El comercio con
Kazajstán creció en 2012 un 12,5%, llegando a los 24.000 millones de dólares.
Kirguizistán y China podrían aumentar los intercambios en las zonas fronterizas, mientras con Tayikistán, China prepara un acuerdo de cooperación económica y comercial de largo plazo.
En el orden estratégico, a la energía como recurso, China ha sumado la energía política cifrada en su voluntad de promover la construcción de una franja económica en torno a la
Ruta de la Seda, habilitando corredores de transporte que conecten el Báltico con el Pacífico y que comuniquen Asia central con el Índico y con el Golfo.
La mejora de la conectividad entre los países de la región, con redes ferroviarias y de autopistas y carreteras que mejoren la comunicación, ha sido un contenido complementario y esencial de este nuevo periplo internacional de Xi Jinping. De consumarse en las próximas décadas, podría dar lugar a un nuevo polo de desarrollo global.
En el orden político, a las afinidades habituales, debe destacarse el consenso logrado para apoyarse con firmeza entre sí en aquellos temas importantes relacionados con los intereses centrales de cada país, acentuando el blindaje sistémico frente a las críticas externas.
En materia de seguridad, la preservación de la integridad territorial, la lucha contra el irredentismo nacionalista y religioso y el miedo al contagio de la inestabilidad procedente de Afganistán tras la retirada de las fuerzas de la OTAN en 2014, han estado presentes tanto en las visitas bilaterales como en el marco de la cumbre de la OCS, celebrada en Bishkek al término de la gira.
La propuesta de revitalización de la
Ruta de la Seda, articulada sobre ejes concretos que pretenden ir más allá de un anhelo ilusorio, fue especialmente destacada durante la estancia en
Kazajstán, poniendo el acento en la coordinación de las estrategias de desarrollo de ambos países. No obstante, precisa de un impulso colectivo en áreas como el comercio, los transportes, la cooperación monetaria, los intercambios a todos los niveles… Socio clave en dicho empeño es
Rusia.
La cumbre del G20 en San Petersburgo brindó la oportunidad de un segundo encuentro entre Vladimir Putin y Xi Jinping, si bien se trató de la tercera visita a Rusia de un dirigente chino en 2013, tras la de Li Keqiang a finales de abril y la de Zhang Gaoli en junio.
En esta última se firmó uno de los mayores contratos de hidrocarburos que se conocen por valor de 270 mil millones de dólares. La rusa Rosneft proporcionará a China en los próximos 25 años, 360 millones de toneladas de petróleo. Petrochina estudia la posibilidad de invertir hasta 10.000 millones de dólares en la explotación de yacimientos de gas en Siberia oriental.
Para China, el entendimiento con
Rusia es vital para asegurar el buen fin de sus proyectos en Asia central, que podrían arruinarse de entrar en una espiral de competencia abierta por la influencia. Sin duda, también para establecer un contrapeso a la revitalización de las alianzas de Washington con Tokio y Seúl, sumando voluntades para blindar la región ante el entrismo occidental. La clave es la confianza política, que vive uno de los momentos dulces de las últimas décadas aunque carece por el momento de bases estructurales sólidas.
En suma, la visita de
Xi Jinping a
Asia Central reforzó y amplió los vínculos energéticos y en materia de seguridad con los países de la zona, pero, sobre todo, permitió abrir camino a un discurso de carácter regional de gran alcance estratégico que uniría la potencialidad y la complementariedad de los actores en liza para transformar cualitativamente la realidad de dicho entorno y su proyección global. Los compromisos asumidos por las partes en los próximos años nos darán la justa medida del valor efectivo de tan ambiciosa propuesta, tan ideal por una parte como inevitablemente aquejada de escepticismo por otra.
Xulio Ríos es director del
Observatorio de la Política China