Mongolia, viaje al eterno cielo azul

Simona Gibauskaite 25/08/2013 Ulaanbaatar es una ciudad llena de contrastes, donde las reminiscencias del pasado soviético y empobrecidos barrios de gers en los suburbios conviven con los rascacielos y lujosos restaurantes occidentales.

En la céntrica plaza de Sukhbaatar se encuentra el Parlamento, presidido por los monumentos a Genghis Khan, su hijo Ögodei y su nieto Kublai.

Entre otras atracciones turísticas, destacan el complejo de templos Gandantegchinlen, en cuyo interior se puede admirar la estatua de Avalokitesvara, el Buda de la Compasión, de 26 metros de altura; el templo Choijin Lama, que guarda una numerosa colección de pinturas de seda (thangka) y máscaras tsam, y el Palacio de Invierno del último emperador de Mongolia, Bogd Khan.

Situado en lo alto de la colina, el monumento Zaisan rinde homenaje a los soldados soviéticos caídos en la Segunda Guerra Mundial y permite disfrutar de una vista panorámica de la ciudad.

En la orilla del río Tuul, al sur del Parque Nacional Terelj, se levanta la impresionante estatua de Genghis Khan, de 40 metros de altura, que señala su lugar de nacimiento. Asimismo, el parque ofrece gran variedad de actividades como, por ejemplo, hacer senderismo, explorar rocas y cuevas o montar a caballo.

Karakorum (Kharkhorin), la antigua capital del Imperio mongol, merece una visita obligatoria, puesto que alberga el primer monasterio budista Erdene Zuu (Cien Tesoros), construido en 1586 en el valle de Orkhon y considerado el Patrimonio de la Humanidad. A pesar de haber sufrido sucesivas destrucciones y persecuciones políticas a lo largo de la historia, el monasterio aún luce su antigua gloria y conserva numerosos objetos religiosos y piezas de arte.

Al pie del volcán extinguido de Khorgo en la provincia de Arkhangai, se extiende el Lago Blanco (TerkhiinTsagaan Nuur), sumergido entre las tinieblas y envuelto entre pesadas y enormes nubes, y habitado por diversas especies de peces y aves. El cráter del volcán se encuentra a una altitud de 2210 metros, mide 200 metros de ancho, 100 de profundidad, y en sus alrededores hay pequeñas cuevas con estalactitas. Desde arriba se puede ver un paisaje único y particular de la zona: bosques de álamos, frutos silvestres, campos de tierra ennegrecida y rocas volcánicas.

El norte de Mongolia encierra uno de los paisajes más sobrecogedores e intactos, cubierto de extensas áreas de taiga (bosques de coníferas) y estepas. Junto al lago Khovsgol, la mayor reserva de agua dulce de Mongolia, pastorean los tsaatan (hombres-reno), una tribu que se caracteriza por sus creencias chamánicas y que basa su economía principalmente en la cría de renos.

Las aguas cristalinas de la denominada Perla Azul o del Océano Madre permanecen congeladas durante ocho meses al año, pero en verano se convierten en un destino muy popular tanto entre los mongoles como los visitantes extranjeros. El lago mide 136 kilómetros de longitud, alcanza 262 metros en su punto más profundo y es hábitat natural de 68 especies de mamíferos (yaks, linces, renos, lobos), 244 especies de aves y 750 plantas.

En el valle de Iven en la provincia de Selenge, se halla el segundo monasterio más relevante y el complejo arquitectónico más intacto de Mongolia, el Amarbayasgalant (Felicidad Tranquila), construido entre los años 1727 y 1737 por el emperador manchú Yongzheng y dedicado en honor a Zanabazar, destacado escultor y líder budista. A diferencia de Erdene Zuu, Amarbayasgalant muestra unidad estilística que combina elementos chinos, tibetanos y mongoles.

Para conocer mejor la cultura y tomar parte en la vida local, es recomendable asistir al festival Naadam, que se celebra los meses de verano en distintas provincias del país (11-13 de julio en Ulaanbaatar) y consiste en tres competiciones: carrera de caballos, tiro con arco y lucha tradicional.

Con una superficie de 1.295.000 km², el Gobi es el desierto más grande de Asia. Presenta gran riqueza de flora y fauna, además de hallazgos fósiles. Los mongoles distinguen hasta 360 diferentes tipos del Gobi. Es imprescindible visitar el cañón de Yolyn Am que, incluso en verano, alberga tramos de hielo; las llamadas “dunas cantantes” de Khongor y los Acantillados de Fuego de Bayan Zag, donde se encontraron los huevos y esqueletos de los dinosaurios.

La gente, especialmente los nómadas, es acogedora, se muestra contenta con la visita de los turistas a su modesto ger y está dispuesta a repartir con ellos la comida y bebida, que no se debe rechazar.

Dadas las largas distancias y la falta de infraestructuras, un viaje aparentemente corto puede requerir muchas horas en la carretera, con más de un imprevisto. Ante todo, paciencia y buen ánimo para disfrutar al máximo del País del Eterno Cielo Azul que, sin duda, dejará recuerdos inolvidables.