Redacción
13/05/2013
Los primeros resultados, todavía provisionales, otorgan la victoria a la Liga Musulmana. Y Nawaz Sharif ha iniciado contactos con diputados independientes para asegurarse una mayoría estable para gobernar.
Según las proyecciones, la Liga Musulmana obtendría unos 130 escaños, siete por debajo de la mayoría absoluta, que podría garantizarse precisamente sumando a algunos independientes.
El partido hasta hoy en el gobierno el Partido Popular de Pakistán (PPP), el del presidente Asif Ali Zardari, ha salido muy mal parado de la contienda electoral y se estaría disputando todavía el segundo puesto con el Partido del Movimiento por la Justicia (PTI), liderado por el exjugador de cricket Imran Khan.
Tanto el gran rival regional, India, como el aliado tradicional por excelencia, Estados Unidos, han dado por definitiva la victoria de Nawaz Sharif y le han felicitado oficialmente.
Así, Pakistán vuelve a cambiar de manos entre los dos polos de poder que se han disputado el país entre golpe de estado y golpe de estado.
Del PPP, el del clan Bhutto, pasa ahora a manos de la
Liga Musulmana, el partido fundacional. La buena noticia es que el relevo se ha producido democráticamente y, sobre todo, que la legislatura saliente se ha agotado entera, sin mayores sobresaltos que los habituales en un país dominado por la violencia entre clanes y, en los últimos años, la de signo islamista.
El
PPP de los Bhutto, como otros partidos seculares, ha sido objeto de amenaza por parte de los talibanes, que han amenazado el conjunto del proceso electoral.
Nawaz Sharif regresa pues al poder a sus 63 años en una posición considerablemente reforzada respecto a su antecesor, el presidente
Zardari, viudo de Benazir Bhutto.
Ambos partidos, la Liga Musulmana de Nawaz Sharif y el PPP de los Bhutto, fueron apartados del poder por la fuerza en 1999 por el golpe de estado incruento del entonces general Pervez Musharraf.
Concretamente Nawaz Sharif fue el primer ministro depuesto por Musharraf. La principal acusación de los poderosos militares pakistaníes contra la clase política tradicional fue la corrupción.
Tanto los Bhutto como Nawaz Sharif pasaron por el exilio pero los intentos del general Musharraf de perpetuarse en el poder como civil acabaron fracasando y permitiendo la vuelta y el perdón a los políticos tradicionales.
Nawaz se convertirá pues, catorce años después, nuevamente en primer ministro, por tercera vez.
Su gran apuesta es el desarrollo económico a base de inversiones millonarias. Ha prometido un tren de alta velocidad entre las ciudades del norte y la capital económica Karachi, en la costa.
La principal asignatura pendiente de este próximo gobierno de Pakistán es rescatar el país de su categoría actual de estado fallido.
El capítulo económico es clave, engancharse al tren de la prosperidad que vive Asia, pero pocos países del área viven inmersos en el grado de violencia que sufre Pakistán, contagiado por el conflicto afgano.
El PTI, de Imran Khan, el único movimiento político no marcado por el estigma de la corrupción, ha prometido ejercer una oposición genuina.
Khan se ha congratulado además de la alta participación para los estándares del país, un 60% frente al 44% de los anteriores comicios, un dato que permite pensar en un nuevo despertar democrático de un país que desde su independencia, en 1947, ha vivido permanentemente en conflicto con alguno de sus vecinos y consigo mismo.