China acorta distancias en el Ártico
Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, analiza las ventajas que China obtiene al adquirir el estatus de observador permanente en el consejo de coordinación entre estados sobre el Ártico, un zona de alto valor ecológico pero sobre todo estratégica para las primeras economías mundiales.
17/05/2013
La adquisición del estatus de observador permanente en el Consejo Ártico constituye un notable triunfo de la diplomacia china insistentemente perseguido desde hace tiempo.
La importancia estratégica del círculo Ártico se ha disparado en los últimos años en virtud de los efectos del cambio climático. En unas décadas, la zona ártica podría abrirse a la navegación ordinaria durante los meses de verano desvelando tanto una nueva ruta marítima por el polo como la consiguiente carrera por el acceso a sus recursos (hidrocarburos y minerales).
A despecho de las consecuencias ecológicas globales y del escaso interés y compromiso efectivo de economías desarrolladas y emergentes por detener los impactos sobre el nivel de los océanos y el clima, las expectativas generadas por esta transformación abren la caja de Pandora de un gran juego en el que las potencias más importantes procuran afirmar sus posiciones. Y China no desea quedarse fuera ni atrás.
Creado en 1996, el Consejo Ártico incluye como miembros permanentes a los estados ribereños, es decir, Rusia, EEUU, Canadá, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia y Dinamarca. Los observadores permanentes incluían a Alemania, Francia, Reino Unido, Polonia, Holanda y España. Tras la reciente decisión, cuatro observadores temporales (China, Corea del Sur, Italia y Japón) adquieren la condición de permanente junto con India y Singapur.
China ha seguido una estrategia oblicua de aproximación. La mejora de su posición en esta competición se ha visto facilitada en buena medida por la intensificación de sus relaciones con algunos de los países ribereños, como es el caso de Islandia, con quien firmó recientemente el primer TLC con un país europeo.
Ya en 1996 se había integrado en la estructura académica no gubernamental del Comité Científico Internacional del Ártico. En 2009 instaló una estación de investigación científica en el archipiélago noruego de Svalbard, efectuando varias expediciones árticas, incluyendo una en Islandia en 2011.
El interés de China tiene dos manifestaciones principales. De una parte, sus necesidades de recursos; de otra, el valor comercial que supone la apertura de una línea de comunicación de estas características.
Téngase en cuenta que es el primer exportador mundial desde 2009. En el plano conceptual, Pekín sostiene que la zona ártica pertenece “a todos los pueblos del mundo” pero es consciente de que para defender y gestionar sus intereses necesita aumentar su influencia a fin de contar con más peso en las negociaciones con vistas a obtener derechos de exploración de los recursos, de paso y oportunidades en el orden logístico.
Los ejes esenciales de proyección de su estrategia se centran en intensificar la investigación científica en la zona y el estrechamiento de relaciones con algunos países, especialmente Islandia, Dinamarca, también Noruega e incluso Canadá.
La consecución del estatus de observador permanente no se presentaba nada fácil en función de las desconfianzas existentes. Recuérdese que no hace mucho, la propia Islandia rechazaba una inversión china de 200 millones de dólares para un complejo turístico. Las relaciones con Oslo, por otra parte, se habían resentido tras la concesión del Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo (2010).
Copenhague creó un Comando Conjunto de la zona ártica que incluye una fuerza de reacción rápida a fin de salvaguardar sus preocupaciones en materia de seguridad, una iniciativa que se complementó con la base aérea avanzada que Noruega instaló en Narvik. El ex primer ministro Wen Jiabao visitó Islandia en abril de 2012. El ex presidente Hu Jintao visitó también Dinamarca unos meses después. Dichas giras fueron de gran utilidad para alumbrar este resultado.
Según algunas estimaciones, la apertura de una nueva ruta marítima por el Ártico entre Europa y Asia podría suponer un ahorro medio de 300.000 dólares por barco y viaje. Es de temer que dicha expectativa agrave el desprecio general por la protección de los ecosistemas y especies y por los impactos del calentamiento del Planeta.
¿Cabe esperar de China un activismo especial a favor de un modelo de desarrollo que conjure estas alarmas? Sería deseable, pero mucho me temo que otras son las prioridades de la agenda.