Musharraf choca con los tribunales de Pakistán en su intento de presentarse a las generales de mayo
Pervez Musharraf, exgeneral y expresidente de Pakistán, ha sufrido un nuevo revés ante la justicia en su intento de presentarse a las elecciones legislativas del mes de mayo.
Redacción
17/04/2013
El tribunal de la circunscripción de Chitral ha rechazado la candidatura de Musharraf como ya lo habían hecho otros tres --Karachi, Islamabad y Casur-- ante los que el exmandatario había solicitado el permiso para presentarse a los comicios.
Chitral era la única circunscripción que había aceptado abrir la puerta al regreso de Musharraf a escena, pero un recurso posterior de grupos adversarios políticos la ha bloqueado.
El tribunal ha aceptado los argumentos de los denunciantes según los cuales Musharraf habría violado la constitución pakistaní en 2007 al decretar el estado de emergencia.
Los abogados de Musharraf han anunciado que recurrirán ante el Supremo, la última instancia que podría alterar el veredicto del tribunal de Chitral.
Pervez Musharraf regresaba recientemente a su país tras unos años de exilio autoimpuesto en Londres y Dubai.
Su intención declarada era presentarse a las urnas en las elecciones que van a renovar el parlamento tras el primer periodo legislativo que ha llegado a completarse totalmente en la historia de Pakistán.
Por el momento, el convulso pasado reciente del país, al que Musharraf ha contribuido, le están pasando factura.
Porque, además de las dificultades para llevar adelante la candidatura, Musharraf hace frente a otras cuentas pendientes con la justicia.
De hecho, su salida del país, en 2008, cerraba precipitadamente casi diez años de altibajos al frente de un gobierno fuertemente desestabilizado por el contagio del conflicto afgano.
Y esa situación no ha cambiado. Musharraf se hizo con el poder en 1999 en un golpe de estado. Manu militari apartó a los políticos tradicionales vistos como corruptos, lo que supuso un tiempo de estabilidad.
Pero el proceso de transición a una nueva democracia tutelada por los militares, encarnada por él mismo, que abandonó el ejército para presidir el país como civil, no resistió el contagio de la actividad talibana venida del Afganistán en el que Estados Unidos y sus aliados habían intervenido.
La apertura propiciada por Musharraf lo devoró a él mismo, especialmente cuando se le acusó de no hacer lo suficiente para impedir la muerte de la líder del Partido Popular de Pakistán, Benazir Bhutto, en un atentado en 2007 durante la campaña electoral.
Precisamente las denuncias relacionadas con su etapa en el poder siguen vivas en los tribunales pakistaníes y hacen más difícil todavía la normalización de la candidatura de un antiguo militar que ya entró en política una vez por la fuerza.
Y, además, está la amenaza talibana. Los grupos talibanes pakistaníes ya han puesto precio a la cabeza de Musharraf, al que siempre denunciaron como brazo local de la política norteamericana en el área.