Xi Jinping marca en África y Rusia el perfil de la nueva potencia
El presidente chino, Xi Jinping, ha elegido dos destinos principales para su primer viaje al exterior, Rusia y África, en una clara intención de que la Unión Europea y Estados Unidos entiendan que China tiene su propia agenda internacional como potencia.
Redacción
25/03/2013
Xi Jinping ha elegido Tanzania, el país en el que el gobierno chino presta apoyo económico y técnico para la construcción de un puerto en el que en el futuro puedan atracar barcos chinos, tanto mercantes como de la armada.
La ruta por el sur de África es vital para un país que tiene en el comercio y en la compra de materias primas una de las piezas clave de su motor económico.
Como las economías desarrolladas y las emergentes, China ha empezado a participar en el control de la piratería, una nueva industria que acecha las grandes rutas comerciales.
Pero no es solamente el presente lo que China quiere asegurarse en África, sino el futuro. Se trata de no perder en beneficio de las potencias tradicionales las riquezas minerales y en hidrocarburos que alberga el continente.
A pesar de que el uso militar de puertos en África no es una prioridad a corto plazo, puesto que levantaría las susceptibilidades de las potencias occidentales, si es verdad que China se prepara para proteger su futura hegemonía mundial.
Y hoy por hoy, Pekín dispone de grandes cantidades de dinero para devolver en asistencia financiera y ayuda al desarrollo las riquezas naturales que se lleva de África.
En la etapa inicial de este primer viaje al exterior de Xi Jinping tras ser confirmado por la Asamblea Nacional Popular a mediados de mes, el presidente chino ha sellada importantes acuerdos en Moscú.
Básicamente se trata de proyectos conjuntos en materia energética. Rusia es uno de los principales productores de energía del mundo mientras que China es el país que más consume, puesto que necesita alimentar su dinámico crecimiento.
La rusa Rossneft, de propiedad estatal, se ha comprometido a triplicar el suministro de petróleo a China a cambio de un préstamo por parte de Pekín equivalente a 2.000 millones de dólares.
Moscú y Pekín también han sellado un documento preliminar para la construcción de un gasoducto que llevaría directamente reservas rusas a China, un país enormemente necesitado de gas natural para substituir su contaminante energía térmica producida con carbón.
Con todo, tanto los acuerdos en el terreno de la energía como en el comercio bilateral entre Rusia y China, los volúmenes están muy lejos de las verdaderas capacidades de ambas economías emergentes.
Pekín y Moscú solamente intercambiaron 88.000 millones de dólares el año pasado, muy por debajo del comercio bilateral que China mantiene con su primer socio, la Unión Europea, y con Estados Unidos.
China destaca claramente por delante de Rusia en la gestión de la reforma del antiguo sistema socialista. Mientras la República Popular puede estar orgullosa del exitoso proceso de apertura capitalista, Rusia sigue dominada por graves desigualdades y claras tendencias autoritarias de sus gobernantes, aún siendo formalmente una democracia.
Por su lado, el autoritarismo chino, con todas las sombras en materia de derechos humanos y falta de libertades políticas, puede presumir de estar ascendiendo al liderazgo mundial, como demuestra su nuevo papel como potencia en África y América Latina, dos grandes áreas dominadas históricamente por las viejas potencias coloniales europeas y por Estados Unidos.
Sí hay un ámbito en el que China coincide plenamente con Rusia, que no es otro que el de formar un contrapeso a la política exterior transatlántica.
Así se ha visto en Siria, donde China se ha alineado con Rusia en la defensa de Al-Assad frente a los intentos de Occidente de favorecer un cambio de régimen.