Redacción
17/12/2012
Con una mayoría apabullante, el PLD regresa al gobierno con la posibilidad de sumar fuerzas con su aliado tradicional, el Komeito, y conseguir dos tercios de la cámara de diputados, lo que le permitiría imponer sin contrapesos cualquier tipo de cambio legislativo.
El virtual nuevo primer ministre, Shinzo Abe, es partidario de mantener la dependencia energética japonesa de la energía nuclear, a pesar del drama de Fukushima.
También ha afirmado sin complejos su voluntad de mantener posiciones más duras frente a China, especialmente en el contencioso por la soberanía de las islas Senkaku.
El hasta hoy jefe de gobierno, Yoshihiko Noda, reconocía de inmediato la magnitud de la derrota y anunciaba su dimisión en el liderazgo del Partido Demócrata.
La formación que consiguió hace tres años poner fin a cinco décadas de hegemonía política del PLD no ha sido capaz de convencer a un país atenazado por la parálisis económica i sacudido por la catástrofe de Fukushima, el tsunami que originó en marzo de 2011 el accidente nuclear más grave después del de Chernóbil.
Sus intentos de reducir el déficit y el alto nivel de endeudamiento con una fiscalidad aplicada al consumo han conllevado la sentencia definitiva de Noda y del Partido Demócrata, ya muy tocado por su errática gestión de la crisis de Fukushima.
Shinzo Abe asegura tras el triunfo electoral que es consciente de la gran responsabilidad que asume al situarse al frente del país en un momento en el que va a haber que tomar decisiones muy duras.
El futuro primer ministro considera que el voto mayoritario conseguido este domingo no significa un aval liso y llano para el Partido Liberal Demócrata, sino un mensaje de la ciudadanía para que termine lo que Abe ha definido como parálisis política causada por el Partido Demócrata.
El castigo de las urnas ha sido claro. El PDJ ha sufrido una caída demoledora, según las previsiones de resultados. De 230 escaños en la cámara baja pasaría a tan solo 57.
El giro a la derecha de la sociedad japonesa se confirma con la entrada en el parlamento de una nueva formación, el Partido de la Restauración de Japón, liderado por los exgobernadores de Tokio y Osaka.
Aunque para posiciones de firmeza en política exterior Shinzo Abe no va a necesitar los extremismos del antiguo gobernador de la capital, Shintaro Ishihara, el político de extrema derecha que intentó comprar las islas Senkaku, cuya soberanía discute China, al particular que las poseía.
Abe es considerado un halcón en materia de relaciones internacionales, pero se ha manifestado dispuesto a dialogar con China aunque respecto a la soberanía de las islas, según él, no hay nada que negociar.
Ante la victoria de Shinzo Abe, el gobierno de Pekín ha afirmado que espera moderación, puesto que un Japón pacifista ha conllevado prosperidad a Asia Oriental, mientras que un Japón agresivo solamente puede perturbar la estabilidad.
Shinzo Abe es consciente de que una actitud desafiante ante China puede tener efectos nocivos para los intereses de las empresas japonesas en el gigante emergente, como se ha demostrado en los recientes episodios de tensión por los islotes deshabitados de Senkaku.
Con todo, no renuncia a una reforma de la Constitución para dotar al ejército japonés de mayor papel como elemento disuasorio ante las tensiones crecientes en el Mar de China.
Además de la apuesta nacionalista, siempre rentable en términos de factor aglutinante de la opinión pública, Shinzo Abe pretende llevar a cabo una política de estímulo económico basada en la inversión pública en infraestructuras, una vieja receta basada en el incremento del déficit y del endeudamiento.
El objetivo es sacar a la tercera economía del mundo del estancamiento, evitar la recesión y acabar de una vez por todas con la deflación y con la apreciación del yen, auténtica pesadilla de las multinacionales exportadoras niponas.