Pekín exhibe músculo en el Mar de China
El gobierno chino afirma que ha conseguido demostrar su soberanía en el área marítima en disputa alrededor de las islas Diaoyu --o Senkaku, como se conocen en Japón--, una exhibición de fuerza y nacionalismo que se le puede girar en contra en el plano interno.
Redacción
17/09/2012
Coincidiendo con el envío de varios buques de guerra a la zona en disputa, Pekín ha permitido las manifestaciones de protesta relacionadas con el contencioso por las islas del Mar de China, islotes diminutos al norte de Taiwán pero cuyo valor se encuentra en los hidrocarburos del subsuelo.
Las marchas de protesta, raramente autorizadas en China, se han tornado violentas en algunos casos, como por ejemplo en Shenzhen, ciudad vecina del territorio autónomo de Hong Kong y una de las zonas más desarrolladas de la República Popular.
Las representaciones oficiales niponas y, sobre todo, los comercios de cadenas japonesas han sido objeto de asaltos violentos.
En Shenzhen, solamente la intervención de los antidisturbios chinos, con gases lacrimógenos y cañones de agua, conseguían frenar a los manifestantes, que acabaron actuando violentamente contra los propios policías.
A una parte importante de la población china puede resultarle difícil de entender por qué el derecho de manifestación solamente puede ejercerse cuando es contra Japón y no para reclamar derechos.
El hábil juego de la tensión
La tensión se venía acumulando en las últimas semanas en este conflicto bilateral, pero se ha disparado en los últimos días al conocerse la compra de los islotes por parte del gobierno japonés al hasta la fecha propietario particular de este territorio en disputa.
Pero no es casualidad tampoco que los actos destinados a exhibir músculo se hayan multiplicado en las últimas semanas puesto que existen factores en la política interna tanto en China como en Japón que los hacen parecer rentables.
El Partido Comunista Chino se enfrenta este otoño a un congreso crucial para el relevo en el poder. Los acontecimientos de los últimos meses y semanas –caso Bo Xilai y la desaparición del ojo público durante 15 días de Xi Jinping-- no indican que vaya a ser un proceso plácido.
Las exhibiciones nacionalistas siempre redundan en un cierto grado de unidad política frente al “enemigo” exterior.
En Japón, un debilitado primer ministro Noda se enfrenta a un nuevo proceso electoral acuciado por el surgimiento de nuevas candidaturas ultranacionalistas.
Superadas estas fases de incertidumbre, sería lógico ver cómo se calman las aguas en el Mar de China oriental. No existe un riesgo inmediato de conflicto en la zona, pero sí es verdad que contenciosos como el de las Diaoyu o Senkaku pueden servir para agudizar la tensión en cualquier momento que le convenga a un gobierno u a otro.
Por ello, mientras no se resuelvan, las potencias regionales tendrán justificación para una creciente escalada militar.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, que con motivo de su visita a Japón ha pedido calma a ambas partes, ha firmado con el gobierno de Tokio la instalación de un segundo radar de defensa antimisiles.
El objetivo directo es la amenaza norcoreana, pero este refuerzo de la colaboración en materia de defensa entre Japón y Estados Unidos no va a pasar desapercibido en Pekín.