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Miércoles, 25 de diciembre de 2024
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China mete prisa a Taiwán
El gobierno chino reclama a Taiwán algo más que la profundización en curso en las relaciones económicas entre el continente y la isla. Pekín sostiene que ha llegado el momento del diálogo político, algo que desde Taipéi, donde no se desea ver alterado el status quo, se ha vinculado tradicionalmente a la necesaria democratización de la República Popular.
Xulio Ríos 06/08/2012 El foro que han mantenido en Harbin el KMT y el PCCh el pasado 28 de julio, el octavo desde que se inició (2005) la “tercera cooperación” entre ambas fuerzas políticas, ha revelado la clara disposición de Pekín a propiciar un salto cualitativo en el proceso de diálogo establecido en 2008 entre la continental ARATS (Asociación para las Relaciones a Través del Estrecho de Taiwán) y la isleña SEF (Fundación para los Intercambios en el Estrecho) dando paso, en este segundo y último mandato de Ma Ying-jeou, a la apertura de contactos políticos.

En Harbin se han acordado “17 puntos de vista compartidos” (evocando con dicha numeración el acuerdo de 1951 que marcó la “liberación pacífica de Tíbet”) que además de abundar en la tradicional condena de la independencia, instan, entre otros, a la aceleración de las negociaciones en curso y la apertura de oficinas de representación.

Tras el triunfo de Ma Ying-jeou en 2008, el restablecimiento de los contactos entre la ARATS y la SEF ha derivado en la firma de un total de 16 acuerdos, destacando por su importancia el ECFA, referente esencial del marco de cooperación en el plano económico y comercial. En el encuentro que ambas partes mantendrán el 8 y 9 de agosto en Taipéi se firmarán dos importantes convenios en materia de protección de inversiones y de cooperación aduanera.

A Taipéi le bastaría con esta dinámica, a la que aún le queda un amplio recorrido negociador, centrando el diálogo en lo económico, reforzándolo con los tres noes (no independencia, no unificación, no uso de la fuerza) y la tregua diplomática. Los intentos de ir más allá, sugiriendo cualquier forma de diálogo político entre ambas partes, han encontrado un notorio rechazo popular, según muestran reiteradamente los sondeos de opinión realizados en la isla.

Este argumento y la oposición de un PDP que ahora parece dispuesto a sumarse al coqueteo con la ambigüedad (reabrió el departamento de asuntos chinos que había suprimido en 2007 con vistas a reinventar la cuadratura del círculo mejorando las relaciones con el continente sin renunciar a su vocación independentista), han servido razones para seguir ganando tiempo.

En paralelo, Taipéi, para reequilibrar dependencias, trata de reforzar sus vínculos con aquellos aliados que pueden contribuir a contrarrestar las ínfulas continentales. Especialmente con Japón y EEUU. Pero estos empeños por sacar provecho de una relación económica privilegiada con el continente del que a un tiempo quiere alejarse promoviendo una reafirmación de sus intenciones diplomáticas y defensivas mientras defiende el principio de una sola China y el consenso de 1992, es lo que probablemente lleva a la República Popular a reclamar una definición más allá de la retórica, especialmente ante la creciente ofensiva de EEUU en la región que está provocando grandes incomodidades a Pekín. Taiwán, en suma, debe decantarse.

Con la actual política, China ha logrado aumentar su influencia en Taiwán. No obstante, parece dispuesta a poner un claro límite al doble lenguaje de Taipéi. La superación de la controversia con EEUU por la importación de carne con ractopamina –con un alto coste político para el KMT por la cesión ante un chantaje humillante por parte de EEUU- va a favorecer no solo los flujos comerciales entre Washington y Taipéi, sino también en otros órdenes de alcance estratégico: desde nuevas compras de armamento, incluyendo la venta de 66 F-16 C/D, operación que ya cuenta con el visto bueno de la Cámara de Representantes, hasta promesas de incorporación al acuerdo Transpacífico que promueve EEUU para contrarrestar el aumento de la influencia china en Asia-Pacífico. En el pasado julio, el jefe del Buró de armamentos del Ministerio de Defensa taiwanés visitó EEUU para participar en una conferencia militar centrada en el flujo de armamentos entre los dos países.

La economía, una vez más, puede convertirse en la clave principal de las presiones continentales. A favor de China pesan las dificultades de la economía taiwanesa, que ha registrado una baja del PIB del 0,16% en el segundo trimestre del año. El gobierno ya ha reducido su previsión de crecimiento para 2012 del 3,8% al 2,08%, pero otras instancias como el Crédit Suisse lo sitúan en el 1%. ¿Saldrá China en auxilio de Taiwán?

Por otra parte, la diplomacia de Pekín podría emplearse a fondo para bloquear los intentos de Taipéi de suscribir TLCs con algunos de sus principales socios comerciales. Actualmente solo ha firmado TLCs con cinco países que representan el 4,38% de su comercio exterior, lo que le sitúa en clara desventaja frente a sus principales competidores (Corea del Sur o Singapur). Podría haber llegado la hora de la verdad a la tesis de Ma de que el ECFA y la normalización con el continente permitirían el desbloqueo de los impedimentos a su participación activa en la integración económica regional.

En Harbin, Jia Qinglin, miembro del Comité Permanente del Buró Político del PCCh, instó la apertura con urgencia del diálogo político, única vía eficaz para reparar el pasado y sus errores. ¿Está en condiciones el KMT de aceptar ese envite? Hasta ahora, se ha supeditado cualquier avance a la democratización del continente, es decir, a la conformación de un espacio común de valores compartidos que hoy parece aún lejano.

Los taiwaneses no desean el enfrentamiento con Pekín y en su mayoría aprecian el proceso de normalización operado por el KMT, pero al mismo tiempo no quieren ver alterado el statu quo. Podrían aceptar un diálogo orientado a la firma de la paz, pero para el continente, paz y unificación son las dos caras de una misma moneda reclamando del KMT una actitud a la altura de las exigencias del momento histórico cuando el renacer de la Gran Nación China pudiera estar al alcance de la mano y cuando ésta debe enfrentar su coyuntura más decisiva. Esa envergadura de la misión histórica estaría muy por encima de las expresiones plebiscitarias, un sacrificio que podría tener un alto coste para el KMT.

En Taipéi, el PCCh puede encontrar un alivio a sus dificultades políticas en el continente, operando por esta vía una renovación añadida de su liderazgo, tantas veces acusado de débil por buena parte de su propia ciudadanía por la actitud adoptada ante los diferendos territoriales que le enfrentan con varios países de la región. Taiwán no puede confiar en que calmará a China solo con abjurar de la independencia. Cabe esperar en los próximos meses un serio tira y afloja en la política de Pekín hacia la isla.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China
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