Redacción
27/07/2012
Conscientes de que el único motivo fundamentado de queja de los ciudadanos chinos es el alto grado de corrupción asociada al milagro económico, los dirigentes comunistas, a dos meses de su crucial congreso, han encontrado en el caso Bo Xilai el argumento perfecto para reforzar sus líneas ideológicas y políticas.
El empresario británico Neil Heywood, amigo personal de los Bo, apareció muerto en un hotel en la Chongqing el 15 de noviembre del año pasado, según las primeras informaciones oficiales a causa de un coma etílico. Sin embargo, en abril, Pekín anunció que investigaba la posible implicación de Gu Kailai en el oscuro asunto.
Según las informaciones publicadas ahora por la agencia oficial Xinhua, Heywood habría sido víctima de un envenenamiento. Y los responsables directos del asesinato serían Gu Kailai y uno de sus principales asistentes, Zhang Xiaojun.
Habrían decidido acabar con el empresario británico porque, se cree, creían que amenazaba la seguridad del hijo de Gu y Bo Xilai, Bo Guagua.
El hecho es que Neil Heywood había sido quien había facilitado los estudios de Guagua en el extranjero. Actualmente el hijo de Bo Xilai vive en Estados Unidos tras haber estudiado en Oxford y Harvard.
El arquitecto francés Patrick Devillers, habitual del círculo familiar de los Bo, ha viajado a China para testificar en el caso. Estaba retenido en Camboya a petición de Pekín, pero las autoridades jemeres han anunciado finalmente que viaja por voluntad propia a la capital china.
El caso puede tener mucho de “culebrón”, pero encaja en la tradición de culpar a las mujeres de los males de los maridos.
La radicalidad de Jiang Qing fue señalada como un agravante definitivo en los delirios de Mao durante los años de la Revolución Cultural. La crueldad de Dowager Cixi se asocia al trágico final de la dinastía Qing.
Pero esquemas machistas al margen, los abusos y arbitrariedades del entorno familiar de Bo Xilai, y en particular la fuerte personalidad de Gu, casan a la perfección con la voluntad de los líderes del Partido Comunista de demostrar a los ciudadanos que luchan de manera efectiva contra la corrupción.
Se espera un juicio rápido, a partir probablemente del 7 u 8 de agosto, para que la sentencia ejemplar, que no excluye la pena de muerte, se produzca antes del inicio del congreso del Partido Comunista en el que se decide el juego de poder para los próximos diez años y en el que Bo Xilai, otrora previsible estrella de la gran cita comunista, no va a estar.
Los jueces decidirán sobre si Gu Kailai mató a Neil Heywood, pero lo que no ofrece dudas es que la que fue considerada la Jackie Kennedy de la política china, por su marcado carisma, acabó definitivamente con el futuro político de un dirigente que aspiraba, seriamente a discutir la hegemonía de las dos principales corrientes que se alternan en la cúpula comunista, la más de izquierdas y reformista, representada por el actual presidente Hu y el primer ministro Wen, y la más tecnócrata de la llamada “banda de Shanghai”, los herederos políticos de Jiang Zemin, antecesor de Hu.