Redacción
05/07/2012
El informe revela que además de que se deberían haber adoptado medidas preventivas la respuesta al accidente fue negligente y se podrían haber reducido los efectos de la catástrofe con medidas más diligentes.
La comisión de investigación destaca las graves deficiencias en la respuesta, tanto del equipo directivo de la central de Fukushima Daiichi como del gobierno. También advierte de los efectos negativos provocados por unas convenciones culturales que renuncian a cuestionar la autoridad.
Aunque el accidente en la central nuclear se deriva del tsunami que el 11 de marzo de 2011 asoló la costa del noreste de Japón, el informe asevera que no se puede considerar un desastre natural ya que
se podría haber evitado. Se produjo por la falta de sistemas de organización, regulación y prevención del que son responsables la empresa operadora de la central, TEPCO, y el gobierno.
El informe aconseja que los organismos reguladores sobre energía nuclear en Japón deben replantearse su funcionamiento y, sobre todo, abandonar su carácter nacional para adoptar las normas internacionales y convertirse en entes independientes que generen confianza.
Para elaborar el informe, una comisión de investigación, compuesta por expertos independientes, ha trabajado durante seis meses entrevistando a más de un millar de personas y acumulando unas 900 horas de audiencias.
El accidente nuclear de la central de Fukushima está considerado el segundo más grave de la historia tras el de Chernobil. Los seis reactores de la central quedaron seriamente dañados, se produjo fisión nuclear con fugas de radiactividad a la atmósfera y vertidos de agua contaminada al mar.
Se tuvo que evacuar a centenares de miles de habitantes de la zona afectada. Debido a la radiación, más de ochenta mil personas todavía no pueden acceder a sus casas, situadas en un perímetro de veinte kilómetros alrededor de la central, y puede que nunca puedan regresar.
En diciembre pasado se consiguió que todos los reactores quedaran en parada fría. La central deberá ser desmantelada y se calcula que los trabajos pueden durar cuarenta años.
El accidente nuclear en Fukushima provocó que se pusieran en observación la cincuentena de reactores nucleares que había en funcionamiento en Japón. Su paralización, para someterlos a revisión, provocó una grave crisis de suministro de electricidad.
En mayo pasado se paralizó el último reactor que todavía funcionaba tras el accidente de Fukushima y, por primera vez en cuarenta años, Japón, la tercera economía del mundo, prescindía de la energía nuclear.
La etapa antinuclear duró sólo unas semanas, a pesar del rechazo de la opinión pública. El primer ministro, Yoshihiko Noda, aprobó la puesta en marcha de los reactores 3 y 4 de la planta de Oi (en la región de Kansai, el centro del país).
Hasta que se produjo el accidente de Fukushima, el 30% de la energía que se consumía en Japón provenía de las centrales nucleares. Japón era el tercer usuario mundial de energía atómica.
El gobierno impulsa ahora un cambio de política energética y apuesta por desarrollar de cara al futuro las energías renovables.