31/05/2012
Si los analistas habían formulado una estimación del 6,1% de crecimiento del PIB para los tres primeros meses del año, el dato final, 5,3%, se encuentra ciertamente lejos de lo esperado, hecho que confirmaría que la mayoría de los sectores de actividad económica padecen los efectos de la crisis.
El dato es significativamente negativo sobre todo si se compara con el crecimiento registrado por la tercera economía de Asia en el mismo período de 2011, un 9,2%, es decir, cerca del anhelo de una expansión de dos dígitos que Nueva Delhi, doce meses atrás, presumía de poder alcanzar.
La ralentización del crecimiento indio se sitúa por tercera vez por debajo del 6%, pero es particularmente relevante el hecho de que es incluso inferior que en la peor fase de la crisis financiera internacional en 2008.
Desde julio de 2011, la rupia ha ido cayendo respecto al dólar norteamericano hasta perder un 27% de su valor.
La apatía de la demanda exterior no ha favorecido el crecimiento de las exportaciones de manera a contrarrestar la retracción del consumo interno, fuertemente condicionado por la inflación.
El Índice de Precios al Consumo indio alcanzaba este pasado mes de abril un inquietante 7,23%. La cesta de la compra experimentaba una subida del 10,49% y algunos alimentos, como las verduras, se encarecían hasta un 60%.
En marzo, el Reserve Bank of India (RBI), la entidad central, recortó por primera vez en tres años los tipos de interés y los bajó del 8,5 al 8. La decisión era todo un cambio de tendencia y una respuesta a la desaceleración del crecimiento provocado por la crisis financiera mundial y la caída de las exportaciones.
El RBI había subido los tipos de interés en 13 ocasiones, desde marzo de 2010, para controlar la inflación que, sin embargo, se mantuvo por encima del 9% gran parte del 2011.
La caída de la inversión empresarial demuestra, además, que este conjunto de factores han acabado por cobrarse un precio en la confianza en la economía del gigante del Sur de Asia.
India se ha encontrado, al cabo de un año desconcertante, lejos de esa posición cómoda de los países conocidos como BRIC, cuyos crecimientos han contribuido a paliar los efectos negativos en la economía mundial de la paralización de la economía europea.
El gobierno de Nueva Delhi necesita que se recupere la demanda europea, pero también debe afrontar asignaturas pendientes que atenazan un crecimiento imprescindible para garantizar la modernización y apertura de una economía, al fin y al cabo, de brillantes perspectivas.
Sin ir más lejos, los analistas reclaman reformas básicas como la de la liberalización de la inversión extranjera en el sector de la distribución y las ventas al detalle, o los cambios legislativos para facilitar las expropiaciones con el fin de construir infraestructuras.
Estos dos cambios de legislación, que contribuirían manifiestamente a la reactivación de la economía, han estado paralizados durante el último año, en un clima enrarecido por los múltiples escándalos de corrupción que han rodeado al gobierno liderado por el Partido del Congreso.
Esta inestabilidad en el clima político amenaza en exceso los potenciales de la economía y la sociedad india, que se mantienen hasta hoy intactos: por ejemplo, una de las mayores poblaciones jóvenes del mundo, un sentimiento positivo y optimista respecto al futuro y, en términos más objetivables, una expansión internacional de las grandes compañías indias que certifica que estamos, a pesar de los frenazos, ante una gran potencia emergente.