15/02/2012
En octubre de 2012 tendrá lugar el 18 Congreso del Partido Comunista Chino que se reúne por lo menos una vez cada cinco años en otoño, generalmente en la segunda semana de octubre. En esta reunión se elegirán a los miembros del Comité Central del Partido Comunista chino (CCPCCh), que es la más alta autoridad en el Partido Comunista entre congresos y del que saldrá elegido el Politburó, encabezado por el Secretario General del Partido que posteriormente, por aprobación de la Asamblea Nacional Popular, que se celebrará en marzo de 2013, será el nuevo Presidente de la República.
Esta oportunidad, supone una vez más la transición de poder que se realiza en China cada década; en efecto, el presidente Hu Jintao (胡锦涛) y el primer ministro Wen Jiabao (温家宝) dejarán sus puestos en el partido en octubre de 2012 y sus cargos en el gobierno en marzo de 2013.
Este hecho facilitará que tome su lugar una nueva generación de líderes; en principio, el actual vicepresidente de la República Popular, Xi Jinping (习近平), sucederá a Hu mientras que el viceprimer ministro Li Keqiang (李克强) sucederá a Wen.
Una cuestión de interés es conocer si Hu Jintao permanecerá en su cargo de presidente de la Comisión Militar Central que controla al Ejército Popular de Liberación como hizo su predecesor Jiang Zemin (江泽民), lo que le dio cierta influencia sobre sus sucesores hasta su cese.
Mientras que los dos puestos mas importantes parece que ya están decididos, Xi y Li, antes de que se celebre cualquier votación, el resto de la mayor parte de los 25 puestos del Politburó, del mismo nivel administrativo que los ministros del gobierno, están sin determinar mientras que, por otro lado, varios de los miembros del Comité Permanente del Politburó (de nueve miembros) se jubilan en 2012.
Seis meses antes de la celebración del Congreso Nacional se pueden vislumbrar claramente dos tendencias dentro del partido, dentro del grupo de los llamados taizidang (太子當) cuya traducción significa príncipes, hijos de antiguos dirigentes comunistas convencidos de ser los "legítimos herederos" de los logros de sus padres y que por tanto "merecen gobernar China":
a.-unos, los elitistas (grupo en el que se incluye al futuro presidente de la República Xi Jinping), al frente de los cuales está el Secretario General del partido en Chongqing, Bo Xilai (薄熙来), que aspira a ser nombrado miembro del Comité Permanente del Partido y que ha montado una campaña de promoción de la “cultura roja” que ha hecho de Chongqing un modelo de construcción cultural. Bo, además, subraya la necesidad de una mejor distribución de la renta y apunta a los miles de males que están atacando al partido porque éste se ha desviado demasiado de los principios fundamentales originales y corre el riesgo de perder el poder.
b.-otros, los populistas, (grupo en el que se incluye al actual presidente de la República Hu Jintao) encabezado por el Secretario General del partido de la provincia de Guangdong , Wang Yang (汪洋), predecesor de Bo en Chongqing, que señala que la solución de los problemas económicos y sociales chinos pasa por avanzar en la reforma del mercado para hacerlo más libre y conseguir una total globalización. Es líder de la parte liberal del ala pro mercado del Polítburó, que apunta a que la multitud de problemas sociales no es sino una prueba más de que el partido debe buscar vías de reforma política y mejorar la transparencia si se quiere mantener en el poder y aumentar su control.
Los enfrentamientos verbales entre ambos grupos han llevado a un debate nacional sobre los méritos y deméritos de los modelos de Chongqing y de Guangdong. Si bien es cierto que gane la facción que gane las líneas generales sobre temas ideológicos a las que ha llegado el partido han dejado algún espacio para que los nuevos líderes construyan un concepto ideológico nuevo, más o menos comprensible no solamente para los chinos sino también para los extranjeros tal y como hicieron Jiang Zemin con su “teoría de las tres representaciones” o Hu Jintao con su principio de la “sociedad en armonía”.
Después de los cambios a finales de octubre, lo que quedará claro es que los que lleven las riendas, durante la próxima década, de los asuntos ideológicos y políticos del estado, la administración económica y financiera, la política exterior, y las operaciones militares serán recién llegados, no tendrán experiencia de gobierno nacional.
En la próxima década se van a plantear una serie de problemas hasta ahora desconocidos tanto en el interior del país como en el exterior.
En el interior, se va a ver cómo se van a distribuir los puestos entre las dos facciones tanto en el Politburó como en su Comité Permanente. Por un lado los cuadros que están a la espera de ser promocionados están intentando consolidar su poder entre el establishment comunista mientras que los que se jubilan intentan mantener a sus protegidos, colocados para el ascenso, lo que al final afectará claramente sobre las prioridades económicas del país, la estabilidad social, la trayectoria política y las relaciones exteriores que dependen por tanto de la edad, estudios, experiencias de los nuevos miembros de esos dos organismos.
Y, sobre todo, hay que pensar que si bien la política china se guía por normas de conformidad y unidad, algunas rivalidades entre los nuevos miembros de los órganos mencionados pueden dar paso a luchas ideológicas con los consiguientes problemas que pueden surgir en decisiones sobre temas económicos, políticos o sociales.
E incluso, si estos enfrentamientos internos se mantuvieran, en principio, llevarían a luchas por el poder en el seno del partido que ralentizarían la implementación de políticas económicas y sociales e impedirían al gobierno tomar decisiones sobre problemas espinosos y complicados relacionados con libertades públicas o derechos humanos. En este tema habrá que esperar acontecimientos.
En otro orden de cosas, hay temas que pueden resultar preocupantes para el partido, sobre todo en términos de su legitimidad y su futuro al enfrentarse a problemas capitales como una corrupción galopante y una cada vez mayor separación entre niveles de renta que al final están dando lugar a muestras de descontento social, como se puede leer todos los días en la prensa internacional.
La nueva dirección del partido, que tomará posesión a partir del 18 Congreso del Partido, tendrá un problema de legitimidad diferente al que tuvo el actual secretario general Hu Jintao que fue nombrado como heredero de Jiang Zemin por Deng Xiaoping (邓小平).
A Xi Jinping le falta el mandato supremo del líder y necesitará otro tipo de legitimidad cuando organice el Comité Permanente del Politburó.
Por otro lado, la quinta generación de líderes que salgan del XVIII Congreso se tendrá que centrar en cómo enfrentarse al punto tan sensible de la reforma política a pesar de que el 12 Plan Quinquenal ya reconoce la necesidad de una sociedad más igualitaria y más estable.
Sobre todo, los líderes tendrán un cierto sentido de inseguridad tanto más en cuanto que la sociedad china se va haciendo mas multifacética y las demandas por parte de grupos de interés a los líderes surgen desde más direcciones de lo que lo hacían anteriormente, como será el caso de la separación del partido y el poder judicial, que no parece que vaya a ser uno de los puntos prioritarios de la nueva nomenclatura, pues eliminaría de un golpe la justicia arbitraria y lucharía contra la corrupción de manera drástica y de ello no es fácil convencer al mando.
Hay tanta preocupación por el resultado del 18 Congreso que de aquí al día de la reunión de octubre se ha ordenado a las universidades que aumenten el control sobre los estudiantes y profesores jóvenes.
Para minimizar aun más los riesgos, se prevé de aquí a marzo de 2013 un aumento de los controles sobre los opositores políticos, los medios de comunicación, la prohibición de manifestaciones relacionadas con expropiaciones de terrenos agrícolas o disputas laborales y, sobre todo, una superestructura de censura en todos los medios de comunicación (desde cine a Internet, desde prensa escrita a canales de televisión, desde publicaciones nacionales hasta publicaciones extranjeras), aplicando de forma más estricta la legislación de secretos oficiales, aumentando la propaganda política, prohibiendo la entrada en China de personas, nacionales o extranjeros, relacionadas con la lucha por la consecución de los derechos humanos, controlando o deteniendo a periodistas y abogados sin más delito que el ser disidentes, estar en desacuerdo o defender a disidentes ante los tribunales de justicia. Todas estas medidas, como en general pasa en China, se sabe cuando se implementan pero nunca cuando se desactivan.
Las revoluciones en los países árabes, con los comentarios en páginas web chinas llamando a los chinos a imitarlas, y los conflictos con los tibetanos y los uigures completan la problemática a la que se enfrentará, en la próxima década, el Politburó que salga en octubre del Congreso Nacional del Partido Comunista Chino.