Redacción
13/01/2012
En su informe para este pasado 2011, el organismo concluye que los agricultores afganos que producen opio habrían ganado unos 1.400 millones de dólares con un cultivo incomparablemente más rentable que las alternativas ofrecidas por el gobierno de Kabul.
A pesar de los intentos del gobierno de Hamid Karzai y sus aliados occidentales, la producción de opio en Afganistán sigue siendo una de las principales fuentes de riqueza de este inestable país. El 90% del opio mundial proviene de Afganistán
Los precios empezaron a subir en 2010 al sufrir los campos de amapolas una plaga de hongos. Este incremento ha llevado a una reactivación de los cultivos debido a las perspectivas de mayores ganancias.
Este fenómeno se ha dado incluso en las tres provincias que anteriormente se habían declarado como libres de cultivo del opio, Baghlan y Faryab, en el norte de Afganistán, y Kapisa, en el este.
El comercio o tráfico de opio en Afganistán agrava algunos de los problemas crónicos del país, principalmente la corrupción. Al tiempo, las fuertes ganancias pueden ser altamente rentables para la insurgencia, puesto que le permite comprar armas y financiarse.
De este modo, los talibanes ganan algo de aire en su debilitada posición sobre el terreno, al menos mientras inician las negociaciones con Kabul vía la mediación de las monarquías del Golfo.
A pesar de haber permanecido diez años en Afganistán, las potencias occidentales no han conseguido abordar su progresiva retirada dejando resuelto el desafío desestabilizador del cultivo y tráfico de opio.
Ni Kabul, ni las Administraciones norteamericanas, ni la Unión Europea, ni
Naciones Unidas han sabido o podido construir una alternativa económica y política a las fuertemente enraizadas tradiciones afganas.
La necesidad de pactar con los talibanes vuelve a concederles la clave del futuro del país, a costa, principalmente, de las mujeres.
Y en este proceso, poco ayudan incidentes como el video de los marines orinando sobre cadáveres de talibanes.