Xulio Ríos
19/12/2011
En vísperas del inicio oficial de la campaña electoral, un portavoz declaró en Beijing que las autoridades chinas no interferirán en la campaña. A renglón seguido se cuidó de recordar que la negación del llamado “Consenso de 1992” (una sola China, dos interpretaciones diferentes) impedirá que continúen las negociaciones a través del estrecho.
De las tres formaciones en liza (KMT, PPP y PDP), solo este último rechaza dicho consenso, reclamando un acuerdo previo en la isla que aúne posiciones entre “azules”, que no niegan la unificación, y los “verdes”, partidarios del soberanismo. Dicho entendimiento, muy difícil de lograr, fragmenta en dos mitades la sociedad taiwanesa.
El resultado del día 14 determinará la continuidad o no del impulso conciliador promovido por Ma Ying-jeou y el KMT desde 2008 y 2005, respectivamente, y que presenta como principal balance la normalización de las comunicaciones bilaterales y un acuerdo económico y comercial (ECFA, siglas en inglés) que ha sido objeto de gran controversia. Igualmente, cabe destacar la normalidad en el plano diplomático, con pequeños avances en la proyección internacional de Taipei, siempre bajo la atenta mirada de Beijing.
Una victoria del PDP, pese a los guiños pragmáticos promovidos a lo largo de 2011 para ablandar la tensión con Beijing, conllevaría el parón del proceso y su revisión, con el consiguiente aumento de la presión continental que podría cobrarse de inmediato un buen pellizco de victorias diplomáticas reduciendo los aliados internacionales de Taipei y dificultando el libre desarrollo de sus relaciones económicas y comerciales.
En Washington parecen confiar más en Ma y el KMT que en Tsai y el PDP. Así parece deducirse de la relativa frialdad de la visita de esta a EEUU en marzo pasado y que presentó un balance modesto. Aunque no puede descartarse del todo cesiones en aras de intereses mayores, difícilmente la Casa Blanca bendecirá una unificación de Taiwán y China continental.
No obstante, la experiencia del mandato de Chen Shui-bian, del PDP, entre 2000 y 2008 no dejó buen sabor de boca. Ma asegura a Washington el control de las posibles tensiones y la preservación del statu quo diferenciando las relaciones económicas y comerciales, que proseguirán su avance, y las cuestiones políticas y de seguridad, cuyos entresijos podría controlar. La reciente venta de un paquete de armas a Taipei, que Beijing criticó a la chita callando, ratifica ese aval.
Las encuestas prevén un resultado bien ajustado, desconociéndose el efecto sobre el KMT de la candidatura “azul” del escindido PPP, cuyas posibilidades directas son residuales. No sería descartable un escenario de mayorías distintas en la presidencia y en el Yuan legislativo.
La mayor dificultad de Ma consiste en convencer a los indecisos de que su apuesta por la negociación con Beijing no equivale a esa claudicación que le imputa el PDP.
Pese a la crisis, que en buena medida ha impedido el cumplimiento de las grandes promesas del KMT (6-3-3, es decir, 6% de crecimiento, 30.000 dólares de renta per cápita y 3% de desempleo), la situación económica en Taiwán presenta un perfil aceptable, con una tasa de crecimiento superior al 4 por ciento y el desempleo por debajo del 5%.
La victoria del KMT el 14 de enero y la prosecución de la actual política otros cuatro años reforzarían los vínculos entre Taiwán y el continente en numerosos planos, complicando la reversibilidad del proceso.
El tratado de paz pasaría a formar parte efectiva de la agenda y las negociaciones económicas y comerciales entrarían en su fase más avanzada. El PDP lo sabe y hará cuanto esté en su mano para impedir dicha victoria. Nada está decidido. El desarrollo de la campaña será decisivo.
Xulio Ríos es director del
Observatorio de la Política China