El sucesor designado: Kim Jong Un
Redacción
19/12/2011
En uno de sus tradicionalmente emotivos mensajes a la nación, la televisión oficial norcoreana, la única que existe en el país, ha anunciado la muerte del líder Kim Jong Il, al frente del último régimen estalinista del Planeta desde la muerte de su padre, en 1994.
Según la información facilitada por el gobierno norcoreano, el Querido Líder, según la terminología del régimen comunista, falleció el sábado durante un viaje en tren con motivo de una visita a las afueras de la capital Pyongyang.
La presentadora encargada de comunicar al pueblo norcoreano el fallecimiento del líder vestía de negro y desgranaba los detalles con el habitual tono declamatorio. Kim Jong Il había fallecido por un exceso de trabajo físico y mental.
Un comunicado posterior de la Agencia Central de Noticias de Corea especificaba que se había tratado de un infarto.
A Kim Jong Il le sucede Kim Jong Un, su tercer hijo, promovido en los últimos años a las altas instancias del régimen al flaquear la salud del Querido Líder.
Quién es Kim Jong Un
Se cree que ronda los treinta años y se sabe poca cosa más que el hecho de haber estudiado en un colegio suizo.
Cuando empezaron los rumores de la mala salud de Kim Jong Il, en particular al sufrir el ataque cerebral en 2008, el régimen se dio prisa en aupar al poder a su sucesor, cuando prácticamente nadie había apostado hasta la fecha por Kim Jong Un.
“Todos los miembros del Partido, los militares y la población deben seguir fielmente el liderazgo del camarada Kim Jong Un y proteger y fortalecer aún más el frente unificado del partido, el ejército y el pueblo”. Este es el llamamiento difundido hoy por la Agencia Central de Noticias de Corea, el órgano oficial del régimen para unir a la nación en apoyo del que ha calificado de “gran sucesor de la causa revolucionaria”, un tratamiento inédito para el sucesor designado, Kim Jong Un.
En manos de China
Kim Jong Un hereda un país aislado y sometido a fuertes presiones internas y externas cuya única válvula de escape consiste en la ayuda y apoyo que recibe de China, el país que se dejó un millón de muertos en la guerra de Corea, de 1950 a 1953, con el objetivo de que las fuerzas norteamericanas no llegaran a su frontera.
Pero la función de estado tampón que garantizó la existencia de Corea del Norte como modelo de estado estalinista incluso más allá de la desaparición del estalinismo en la Unión Soviética y del modelo socialista en el resto del mundo, carece totalmente de sentido en el Siglo XXI, cuando Pekín mira de tu a tu a Estados Unidos e incluso juega en la economía mundial un papel determinante como motor.
En los últimos tiempos, el gobierno chino ha presionado duramente a Pyongyang para que emprendiera reformas económicas al estilo de las impulsadas por China a partir de los años ochenta del siglo pasado.
Pekín ha expresado hoy sus condolencias por la muerte de Kim Jong Il a través de un portavoz, sin más precisión.
A Corea del Norte, a Kim Jong Un, no le quedan muchas más opciones si quiere encarar una eventual reunificación con el Sur con alguna posibilidad de mantenerse en el poder.
Corea del Sur, en estado de alerta
Técnicamente todavía en guerra desde el armisticio de 1953, Corea del Sur vive los acontecimientos alrededor de la muerte de Kim Jong Il en estado de alerta.
Con todo, Seúl espera que la continuidad dinástica se traduzca en la persistencia de puentes de diálogo más allá de momentos de especial tensión.
De hecho, tanto el hundimiento del buque de guerra surcoreano Cheonan como el posterior ataque de a la isla de Yeonpyeong, eran interpretados como meros intentos de demostrar al Sur que el proceso de sucesión, iniciado en otoño de 2010, no iba a hacer más frágil al régimen.
A Corea del Sur no le ha interesado nunca un proceso de reunificación acelerado, a la alemana. Al contrario, su economía se resentiría fuertemente de tener que asumir, de la noche a la mañana, un 30% más de población cuyo nivel de riqueza es difícil de determinar, pero que en su día a día ni siquiera tiene garantizada la subsistencia.
A principios de este 2011, las organizaciones humanitarias volvían a reclamar la atención de la comunidad internacional por el riesgo de hambruna en el régimen estalinista.
Su persistente aislamiento y la salud precaria de Kim Jong Il habían llevado a Pyongyang a reactivar la posibilidad de negociar su desnuclearización.
Bajo Kim Jong Il, Estados Unidos, aliado estratégico de Corea del Sur, ha abordado reiteradamente la posibilidad de un acuerdo para el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano.
Incluso se ha llegado a cerrar un pacto en un par de ocasiones, sin que finalmente se pudiera garantizar su cumplimiento por parte de Pyongyang, que en 2006 llevó a cabo supuestamente su primera prueba nuclear subterránea. En 2009 repitió y envió al traste los nuevos intentos de la diplomacia norteamericana.
En paralelo, ha jugado con la tensión en el Asia nororiental con pruebas de misiles que han sobrevolado territorio japonés.
No parece verosímil que Corea del Norte, ni la de Kim Jong Il ni la de su hijo Kim Jong Un puedan cumplir jamás sus amenazas de llevar la destrucción a todos sus vecinos e incluso hasta la costa oeste norteamericana, pero el chantaje nuclear es un hecho con el que Washington, Tokio y Seúl tienen que contar inevitablemente en la negociación para superar esta rémora de la Guerra Fría.