Redacción
12/12/2011
El 11 de diciembre de 2001, cuando se formalizaba la incorporación de la República Popular China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), ningún analista se atrevía a hacer previsiones sobre cuál sería el papel del gigante asiático en la economía globalizada.
La convicción sobre los efectos negativos en las economías desarrolladas de Europa y América era generalizada.
De ahí que se hubieran tardado quince años en establecer un acuerdo de entrada que minimizara el efecto del acceso de los productos chinos al gran mercado global.
Este lunes,
Pascal Lamy, director general de la OMC, es el invitado de honor de las páginas de los medios oficiales de comunicación chinos, con un artículo en el que resume los efectos altamente positivos de la incorporación de China al organismo.
En estos diez años, China se ha convertido en el primer exportador mundial y en la segunda economía del Planeta, un proceso que ha contribuido a sacar a quinientos millones de ciudadanos de la pobreza, afirma tajante Lamy.
Pero además, la liberalización comercial ha forzado a China a modernizar sus estructuras económicas, lo que ha facilitado la confianza de los inversores.
Este décimo aniversario coincide con el momento de mayor crisis de confianza en la Unión Europea desde la instauración del euro, una coyuntura en la que el nuevo papel de China como motor de la economía mundial destaca cada vez con mayor nitidez.
China ha demostrado una actitud responsable en las tres últimas décadas de ascenso al liderazgo económico mundial y no cabe esperar otro comportamiento en esta próxima década, en la que está llamada a alcanzar el rango de primera economía del Planeta, en volumen.
Son consustanciales al nuevo papel de motor decisiones, como la conocida recién finalizada la cumbre europea de salvación del euro, en la que China se mostraba dispuesta a invertir del orden de 225.000 millones de euros.
Provendrán de un fondo soberano dependiente de la Administración Estatal de Divisas Extranjeras china, organismo que gestiona los 2,3 billones de euros en reservas de divisa extranjera de los que dispone Pekín.
La medida consiguió calmar los mercados europeos y la prima de riesgo de Italia y España, pero en la primera sesión de esta semana, los mercados asiáticos han dado muestras de no acabar de creer en las soluciones impuestas por Alemania en la reunión de Bruselas.
Resulta evidente pensar, desde Asia al menos, que el rigor en los límites de déficit y las políticas de austeridad a ultranza no van a favorecer en 2012 una rápida recuperación en la zona euro, uno de los destinos prioritarios de las exportaciones chinas, surcoreanas, japonesas, taiwanesas, etc.
Otro indicio de que China no se fía es su reticencia a participar, evidenciada en las últimas semanas, en el fondo de rescate de la eurozona.
Y si las perspectivas para vender no son buenas, pues será el momento de comprar… barato. Esa es la aspiración inmediata del nuevo fondo chino, entrar en empresas europeas en dificultades, para participar de su recuperación y situarse en el liderazgo tecnológico.
La industria del automóvil sueca ha sido en los últimos meses un pequeño laboratorio de ensayo de esta nueva fase de la economía globalizada: dos de las más valiosas joyas tecnológicas de la corona sueca, Volvo y Saab, se salvan por el capital chino.
En otra nueva y manifiesta prueba del pragmatismo chino, la dirección y los responsables tecnológicos siguen siendo suecos, de momento…