Redacción
06/04/2011
La buena noticia que se ha dado a conocer a primera hora del miércoles no reduce la preocupación por las consecuencias que la alta contaminación provocará en el ecosistema y el riesgo que llegue a la cadena alimentaria.
Los ingenieros han conseguido taponar la grieta de unos 20 centímetros detectada en el reactor número 2 inyectando 1.500 litros de silicato de sodio. Desde el sábado el personal de la central de Fukushima Daiichi trabajaba sin éxito para cerrar la brecha y controlar el vertido, pero los intentos de detener la fuga con hormigón o espuma de polimeros habían fracasado.
Tepco también ha estado volcando miles de toneladas de agua con bajo nivel de contaminación al mar para vaciar las fosas de contención y poder seguir drenando el agua de los reactores. El gobierno nipón ha defendido está acción y asegura que no viola las leyes internacionales.
El nivel de yodo radiactivo detectado en el agua del mar cerca de la central es 7,5 millones de veces superior a lo permitido y el cesio supera los 1,1 millones de veces. Es especialmente peligroso el nivel de cesio ya que tarda 30 años en desintegrarse, mientras que el yodo tiene una vida activa de sólo ocho días.
El martes se informó que se había detectado altos niveles de yodo radiactivo en el pescado capturado a 43 kilómetros de distancia de la planta nuclear. El gobierno ha asegurado que controlará la contaminación de los productos marinos como pescado, marisco y algas para evitar que se comercialicen si son perjudiciales y que no descartan imponer restricciones al consumo de mariscos. La pesca es un sector clave en el archipiélago.
Los expertos aseguran que no es posible hacer una valoración del alcance de los riesgos para la salud y el ecosistema hasta que el gobierno japonés suministre más información sobre los niveles de radiación en diferentes especies.
El número oficial de víctimas del terremoto y posterior tsunami que el pasado 11 de marzo arrasó el noroeste de Japón asciende a 12.341 muertos y más de 15.000 desaparecidos. Todavía unas 160.000 personas permanecen en refugios temporales.