Automóvil en China: riesgos por exceso de velocidad

Redacción 20/04/2011 El esplendor con el que se muestran los nuevos modelos de los grandes nombres internacionales y las incipientes marcas locales deja en un segundo plano las corrientes de fondo que mueven el sector del automóvil en China, el primer mercado mundial desde 2010, cuando pasó por delante de Estados Unidos.

El año pasado, las ventas de coches en China crecieron un 59% respecto a 2009, por el tirón del mercado pero también y, sobre todo, gracias a las políticas de estímulo que el gobierno había puesto en marcha.

Ante la ralentización que las cifras de febrero evidenciaban, Pekín ha decidido prolongar las medidas de estímulo para la compra de vehículos un año más.

Los datos de la consultora Sinotrust prevén que en 2011 se van a vender en la República Popular algo más de 15 millones de vehículos. Según el gobierno, a finales de 2010 se contabilizaban en China 200 millones de ciudadanos capaces de conducir, un 15% sobre el total de una población de 1.300 millones.

De ahí que las autoridades consideren que existe un amplio margen para el crecimiento natural de la demanda en los próximos años.

Con todo, el panorama hacia el que se dirige el automóvil en China amenaza con no ser una plácida recta con ligeras ondulaciones, sino un camino algo más sinuoso.
Y no necesariamente por factores internos del mercado chino.

Para empezar, los coches que se exponen en Shanghai van a tener que circular con una gasolina más cara que los vehículos vendidos en los últimos años en este dinámico mercado.
La inestabilidad que las revoluciones democráticas están suponiendo en países productores de petróleo del Mediterráneo y el Golfo Pérsico empujan el precio del petróleo al alza.

Coincidiendo con la celebración del Salón del Automóvil de Shanghai, la oficina del Banco Mundial en Pekín ha hecho público un informe –recogido por The New York Times-- en el que se concluye que China debe caminar decididamente hacia la introducción del coche eléctrico.
Por dos factores, uno meramente económico, y el otro medioambiental.

La mitad del petróleo que se consume en China es importado, lo que puede, de seguir subiendo los precios, tener un alto coste para el crecimiento.

El 70% de las emisiones de CO2 en el gigante emergente provienen del transporte de mercancías o viajeros por carretera.

Las grandes ciudades chinas, en particular Pekín, sufren graves problemas de contaminación atmosférica, al extremo que las autoridades de la capital han impuesto límites a la circulación de vehículos por sus anchas avenidas.

Los combustibles no son ajenos al fuerte incremento del IPC chino, el 5,4% en marzo, un indicador que preocupa a las autoridades por el potencial de desestabilización social que puede conllevar.

Por ello han diseñado un plan para controlar el exceso de crédito, basado en la subida de tipos y el incremento de las provisiones de los bancos.

Tan particular es el crecimiento y la evolución de la economía china, que la mayoría de fabricantes extranjeros aceptan estas medidas de moderación como una buena práctica para estabilizar el mercado automovilístico.

Tanto Ford como General Motors, según Financial Times, se sienten cómodos con una previsión de crecimiento en 2011 entre el 10 y el 15% del mercado.

De hecho, ambas marcas, cuyo futuro pasa cada día más por el mercado chino, se conforman con un incremento de ventas del 10% dado que lo consideran más asumible.

En definitiva, tal como prevén las voces del sector, la perspectiva de las ventas de coches en China es la de un crecimiento sostenido y sostenible.

Cuestión de dinero

Uno de los métodos a los que recurren las autoridades chinas para combatir la congestión en las ciudades es la subasta de matrículas entre los compradores potenciales de coches. Ahora incluso en algunas ciudades se plantean imponer la obligación de disponer de aparcamiento antes de adquirir el vehículo.

Este tipo de medidas disuasorias se basan en encarecer el coste final de un sueño, el de disponer de vehículo propio. Y son medidas inteligentes, puesto que permiten limitar el número de coches circulando y, al mismo tiempo, ingresar grandes cantidades de dinero en las arcas públicas a costa del deseo de conducir, una libertad que para muchos es todavía de muy reciente adquisición en China.

Si se trata de dinero, pues, estas prácticas no constituyen hoy por hoy un problema en la gran potencia emergente. Si alguna cosa circula mejor que los coches en la nueva sociedad china es el cash.

Prueba de ello son los incrementos de ventas de marcas de alta gama, como Rolls-Royce o Bentley. La primera, propiedad de BMW, incrementó sus ventas en China durante 2010 un 600%.

En el caso de Bentley, en manos de Volkswagen, las ventas a China se incrementaron un 87%. El mercado chino ya es el segundo destino de las exportaciones de estos lujosos vehículos únicamente por detrás de Estados Unidos.

La cuestión es saber hasta cuándo se podrán prolongar estos marcados incrementos de ventas en China; porque llegará un momento, por cierto no necesariamente lejano, en el que, debido a las magnitudes demográficas de la República Popular, las calzadas de calles y carreteras estarán colapsadas.

Y entonces el mercado deberá resituarse y asumir que el grueso de las ventas será básicamente la sustitución del vehículo antiguo por uno nuevo, a poder ser eléctrico.