Eva Queralt
01/03/2011
El
informe que la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (UNODC, en inglés) publica anualmente sobre la producción de opio en Afganistán muestra cómo el precio por kilo ha pasado de 64 dólares en 2009 a 169 dólares en 2010, es decir, se ha incrementado en un 164%.
Este espectacular encarecimiento ha sido provocado por una importante reducción de la producción (en un 48%) en 2010, que se situaba en las 3.600 toneladas. Las causas del descenso no han sido los programas de erradicación impulsados por Naciones Unidas, sino la sequía y, sobre todo, una plaga de hongos.
Pero los precios también se han disparado por la especulación que se ha generado ante el temor a que la producción siga cayendo por nuevas plagas o por las operaciones militares. De hecho, los hongos han afectado especialmente a la producción en las provincias sureñas de Kandahar y Helmand, feudos de la insurgencia y donde se acumulan más campos de adormidera.
Este incremento de precios rompe la tendencia de los últimos años. Entre 2005 y 2009 habían ido disminuyendo, lo que facilitaba que los campesinos abandonaran este cultivo ilícito a favor de otros, aunque aún así, en 2009 los ingresos anuales de las familias que cultivaban la adormidera seguían siendo un 17% superiores a los de los campesinos que habían abandonado esta actividad ilegal.
El peso de este sector en el conjunto de la economía afgana también ha caído de forma considerable, en parte porque el incremento de precios no se ha expandido hacia los países vecinos.
De esta forma, la estabilidad del precio a nivel regional, junto con la escasa producción afgana, provocaron que el valor del opio y la heroína exportados por Afganistán cayera en 2010 en más de un 50%. En total, ha alcanzado los 1.400 millones de dólares, lo que supone un 11% del PIB, mientras que en 2009 representaba el 26%.
Perspectivas optimistas
En el informe sobre la situación en
2010, UNODC se preguntaba si este incremento de precios podía provocar que campesinos que ya habían abandonado el cultivo del opio volvieran a él para incrementar sus ganancias.
Sin embargo, un
informe presentado a finales de enero por la misma UNODC, basado en un sondeo realizado a los agricultores, aportaba algo de tranquilidad en este sentido y permitía afirmar a los expertos de Naciones Unidas que en 2011 la producción puede seguir disminuyendo sensiblemente.
El sondeo sobre la estimación del cultivo del opio en invierno se ha realizaba preguntando a los agricultores del sur del país sobre sus intenciones y opiniones. Las conclusiones no hacen prever que el aumento del precio provoque un rebrote de este cultivo.
El estudio se llevaba a cabo a principios de invierno porque es cuando la adormidera empieza a germinar en las principales zonas de producción del sur, este y oeste del país, mientras que en el norte la cosecha es más tardía.
Más allá de la sequía, hay diferentes causas que explicarían que esta tendencia a la baja se mantenga, según se desprende del informe, que pone en evidencia la correlación entre el aumento de la seguridad y la estabilidad y la disminución del cultivo de la amapola.
El 90% de las poblaciones con poca seguridad están inmersas en este cultivo, mientras que en zonas más seguras, donde los campesinos reciben apoyo y facilidades para acceder a mercados de otros productos, se opta más por cultivos legales.
Aunque en el conjunto del país la tendencia sea a la baja, habrá regiones donde se incrementará. Naciones Unidas estima que en 2011 la producción de opio aumentará en las provincias occidentales de Farah, Herat, Ghor y Nimroz. En el este, Nangarhar, Kunar, Laghman, Kabul y Kapisa seguirían la misma tendencia. En el caso de Kapisa y Ghor se trata de provincias donde ya no se cultivaba y puede resurgir.
En cambio, en Helmand y Kandahar, las mayores productoras, se espera una disminución, impulsada por la implicación del gobernador de Helmand en convencer a los campesinos para que reduzcan sus cultivos ilegales.
En la presentación de estos datos, el director ejecutivo de la UNODC, Yury Fedotov, declaraba que en Afganistán la corrupción y el narcotráfico van de la mano y se retroalimentan. Por ello, reiteraba el llamamiento a la comunidad internacional para que presione al gobierno afgano con el objetivo de acabar con la corrupción y a la vez facilitar a los campesinos el acceso a cultivos y mercados alternativos.