Redacción
02/09/2010
El primer ministro pakistaní, Yousuf Raza Gilani, ya ha hecho públicos sus cálculos sobre las pérdidas económicas derivadas de las inundaciones causadas por el monzón: 43.000 millones de dólares, una cantidad que casi equivale a lo que se ha invertido en los últimos nueve años en la lucha contra el terrorismo.
Las inundaciones han afectado a 79 de los 124 distritos del país y al 30% de la tierra dedicada a la agricultura, el principal sector económico, lo que provocará una gran pérdida de puestos de trabajo y dificultades económicas para muchas familias.
Gilani recordaba que el año pasado el PIB Pakistaní creció un 4,1% y que se esperaba un resultado similar para este año. Según sus previsiones, a pesar de las inundaciones se seguirá creciendo, aunque aproximadamente la mitad, alrededor del 2,5%.
Pero la caída de la producción agrícola, los daños sufridos por la industria textil y las ayudas destinadas desde Islamabad a las zonas afectadas agravarán el ya importante déficit pakistaní, que podría alcanzar entre el 6 o 7% del PIB este año fiscal.
Los daños a infraestructuras, ganado y cosechas se calculan entre 4.000 y 5.000 millones de dólares. Sólo para reconstruir las infraestructuras básicas se necesitarán mil millones de dólares.
Otra consecuencia económica y que afectará directamente al bolsillo de los pakistaníes será el incremento de la
inflación, que podría ser de entre el 15 y el 20%, lejos de las previsiones del 9,5%. Esta situación será especialmente grave en los primeros meses debido a la escasez de alimentos en el país considerado el tercer productor mundial de trigo.
Con 20 millones de pakistaníes afectados, de los cuales más de siete millones han sido desplazados lejos de sus viviendas y que dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir, la población se muestra furiosa con una clase política que considera que no ha estado a la altura y que ha reaccionado de forma vaga y lenta.
El ejército pakistaní tomó las riendas de la ayuda, pero no con la eficacia de los grupos de caridad islamista, los cuales podrían sacar rédito a la situación.
El dinero internacional tampoco llega a la velocidad deseada. Según Naciones Unidas, la llegada de
ayuda se ha casi estancado y los 291 millones de dólares recibidos suponen sólo dos tercios de lo que se necesitaría.
Además, Naciones Unidas ha hecho pública su preocupación por la propagación de enfermedades. Ya se han contabilizado 540.000 casos de diarrea aguda y las condiciones de humedad favorecerán durante al menos tres o cuatro meses más la propagación de las enfermedades contagiosas.
Ante la urgencia de conseguir fondos, el ministro de Finanzas pakistaní, Abdul Hafeez Shaikh, se encuentra en Washington negociando con el Fondo Monetario Internacional sobre las condiciones impuestas al crédito de 10.000 millones de dólares del cual el país ya dispone desde 2008. Pakistán espera poder destinar estos fondos a las prioridades actuales del país o acordar un crédito con condiciones más flexibles.
Por su parte, el Banco Mundial ha anunciado una aportación extra para paliar los efectos de esta catástrofe de 100 millones de dólares, tras la reunión mantenida con Shaikh. En total, la financiación aportada por esta institución para las necesidades inmediatas y para la reconstrucción a largo plazo asciende a 1.000 millones de dólares.
Estos fondos proceden de la Asociación para el Desarrollo Internacional, unos fondos del BM para los países más pobres y que no conllevan el pago de intereses.
En todo caso, desde el Banco Mundial se ha dejado claro que las decisiones de los donantes dependerán de la adecuada gestión de los fondos que realicen las autoridades pakistaníes y de sus decisiones políticas para estabilizar la economía del país.
A nivel interno, una de estas decisiones podría ser la introducción de una
tasa especial para la población con altos ingresos para hacer frente a los gastos derivados de las inundaciones.
Esta iniciativa, que se está estudiando, ha generado una gran controversia, dado que sólo el 1% de la población paga impuestos y entre las fortunas del país la evasión fiscal está generalizada. Varias voces consideran que sería más efectivo luchar contra la evasión de impuestos o contra la corrupción que penalizar a este 1% que contribuye.
El desastre climatológico supone un nuevo y gran reto para este país que ya sufría una situación económica grave, gestionada por una clase política muy cuestionada y con la amenaza terrorista siempre presente.
El
triple atentado terrorista contra la población chiíta ocurrido en Lahore, que ha provocado la muerte de más de treinta personas, recuerda que, aunque la violencia había remitido en las últimas semanas, los fundamentalistas siguen igual de activos y, a pesar de las inundaciones, no darán tregua.