Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China
02/07/2010
La reciente firma del AMCE (Acuerdo Marco de Cooperación Económica) supone un paso de gigante en la normalización de las relaciones bilaterales entre China continental y Taiwán. De una parte, contextualiza y promueve las relaciones económicas y comerciales. De otra, abre la puerta al inicio del diálogo en otras áreas de mayor sensibilidad.
Tras la firma de este acuerdo se abre una etapa de ardua gestión en la que ambas partes se afanarán en demostrar a la sociedad taiwanesa las positivas consecuencias de su celebración. Ese cálculo es imprescindible para fortalecer las opciones políticas de Ma Ying-jeou y el Kuomintang (KMT) ante una oposición crecida y que milita en la crítica abierta al AMCE no sólo por cuanto supone de reforzamiento de la dependencia respecto al continente, sino también por sus directas consecuencias sobre el empleo y la competitividad de algunos sectores económicos de la isla.
Diferentes ONGs ya han constituido un “comité de vigilancia” respecto a su aplicación y efectos, a sabiendas de que el éxito del AMCE equivale a un punto de muy difícil retorno en las relaciones bilaterales.
El horizonte inmediato de las elecciones municipales parciales de noviembre fija un primer gran test sobre la valoración social del acuerdo. Es verdad que las elecciones son municipales, pero, sin lugar a dudas, como ha ocurrido en otros episodios electorales recientes, las relaciones con el continente condicionarán gran parte del debate. Es por ello que Ma Ying-jeou se cuida de reiterar la apuesta por seguir una doble vía en relación a Beijing, diferenciando las relaciones en lo económico, más fáciles de encarrilar, del diálogo político, más complejo, esperándose la reiteración de declaraciones de cierto valor simbólico que abunden en la sacralización de la soberanía política de la isla, a fin de deslegitimar las acusaciones de entreguismo formuladas por sus rivales políticos.
Sea como fuere, es evidente que tras el acuerdo, la aproximación entre las dos orillas del Estrecho va a proseguir, conformando una nueva agenda en la que irán asomando, progresivamente, los factores que determinan el núcleo duro del problema, desde la seguridad y defensa al entendimiento político.
El marco económico establecido y la tregua en el orden diplomático establecen sólidas bases para encarar esa nueva etapa, mucho más delicada y donde las coincidencias, no ya en el fondo sino en el propio ritmo de la negociación, pueden ser difíciles de lograr. Se requiere, pues, de ambas partes una gran cintura para conjugar las ambiciones respectivas sin perder de vista que la opinión de la sociedad taiwanesa, hoy día muy dividida al respecto, no puede ser ignorada.
Los gestos que China continental ha hecho en el AMCE en forma de concesiones a las autoridades de Taipei bien podrían conocer un segundo tiempo en otras áreas. Es desde posiciones de generosidad que Beijing puede lograr una efectividad mayor en su empeño por alejar los temores de la sociedad taiwanesa que hoy hipotecan y lastran cualquier propuesta de salto cualitativo en el entendimiento. Confiar en que por la vía exclusivamente económica esta acepte desdibujar su identidad y caiga en sus redes como una pera en dulce es realmente una vana ilusión. Por el contrario, la flexibilidad, creatividad y la iniciativa en lo político afianzarían unas expectativas que podrían madurar incluso antes de lo previsto.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China y autor de “Taiwán, el problema de China”.