Redacción
13/04/2010
Las razones de Washington: la Administración Obama, así como las anteriores de Bush, consideran que el valor del yuan es inferior al que debería tener la divisa china por el peso adquirido por la República Popular, cerca ya de superar a Japón como segunda economía mundial. Así, dado además el volumen excepcional del país, las exportaciones chinas siempre son más competitivas que las de cualquier otra economía. Ello causa una sangría en el mercado de trabajo norteamericano.
Las razones de Pekín: el gobierno chino ve con recelo una revaluación de su moneda por lo que la pérdida de estas ventajas competitivas pueda suponer en una economía que debe garantizar altos ritmos de crecimiento si no quiere enfrentarse al riesgo de la desestabilización social. En su visita a Washington con motivo de la cumbre nuclear convocada por el presidente norteamericano, el presidente chino, Hu Jintao, ha presentado argumentos que desmienten las acusaciones norteamericanas: la caída del superávit comercial chino en el primer trimestre y la desaceleración del incremento de reservas en divisas. Hu le ha reiterado en persona a Obama que la apreciación del yuan no va a resolver en ningún caso el déficit comercial de Estados Unidos con China ni va a crear ningún nuevo puesto de trabajo.
Efectivamente, así lo creen la mayoría de analistas, que ven en la estrategia de queja norteamericana un arma para presionar a Pekín en un terreno tan sensible como el de las ventajas comerciales ilegítimas como el dumping social.
El asunto crea mala imagen a Pekín en su nueva calidad de agente estabilizador de la economía mundial de la que quiere hacer gala.
Washington hace frente a una ofensiva china en materia económica que recorre los cinco continentes.
Es evidente el interés chino por las materias primas de África, donde multiplica las inversiones, en Australia, donde intensifica las compras, por América Latina, donde también ha aumentado significativamente su presencia.
Es más, no sólo en terceros países se manifiesta la competencia de Pekín. Acaba de conocerse la oferta china para construir la red de ferrocarril de Alta Velocidad de California, con la alta carga simbólica del hecho, puesto que son muchos los norteamericanos de origen chino cuyos antepasados llegaron a Estados Unidos para trabajar en la “conquista del Oeste” ferroviaria de finales del siglo XIX.
Hoy pueden haberse invertido los términos y materializarse todo un símbolo del ascenso de China al liderazgo económico mundial. Si empresas chinas se hacen con la concesión, serán ciudadanos californianos quiénes trabajen empleados por patronos chinos… en el ferrocarril.
Con todo, la emergencia de China como potencia debe hacerse, Pekín lo sabe bien, sin provocar alarma en la comunidad internacional.
Por ello, Pekín ha mostrado en las últimas semanas su predisposición a hacer algunas concesiones a Washington, por ejemplo a la hora de apoyar un endurecimiento de las sanciones a Irán por su programa nuclear.
Y los analistas no descartan que el gobierno chino autorice nuevamente una fluctuación del yuan que permita una apreciación paulatina de la divisa respecto al dólar.
Ello salvaría la cara a ambos gobiernos. A Pekín no se supone ningún esfuerzo económico, puesto que es volver a la situación anterior a la crisis de 2008, cuando ante los riesgos de desestabilización de las finanzas mundiales fijó nuevamente el tipo de cambio.
No le supone un grave problema desde el punto de vista interno, puesto que el mecanismo de control permite una apreciación sí, pero tan gradual que no se pone en riesgo la estabilidad de la economía en el plano interno.
Washington puede decir que sus presiones han doblegado a Pekín y el gobierno chino se permite el lujo de aparecer nuevamente ante el mundo como un socio responsable.