Eva Queralt
11/12/2009
Japón vive una revolución en muchos aspectos desde la llegada al poder del primer ministro Yukio Hatoyama en septiembre de este año, tras medio siglo de gobiernos conservadores. La lucha contra el cambio climático es un ejemplo más, según
Akio Morishima, miembro del consejo asesor del gobierno que considera que las declaraciones de Hatoyama en este sentido han dejado al país “perplejo”. Y es que la gran cita de
Copenhague, donde se deben decidir las líneas a seguir a nivel mundial para luchar contra el cambio climático, obliga a todos los países a tomar.
Poco antes de las elecciones, celebradas el 30 de agosto, el entonces primer ministro Taro Aso anunció que Japón reduciría un 15% las emisiones de gases de efecto invernadero, en relación al nivel de 2005, para 2020. Tomando como referencia el año 1990, esto supone una reducción del 8%. “Éste fue el resultado de meses de estudio y de trabajo con los asesores”, explica Morishima. La propuesta de Aso señalaba que la reducción se daría sólo gracias al esfuerzo de los domicilios.
Pero Aso perdió las elecciones y Hatoyama tenía que cumplir sus promesas electorales, así que anunció que la reducción de emisiones sería del 25% en relación a 1990, un objetivo que se sitúa entre los más ambiciosos a nivel mundial junto con la Unión Europea.
Según Morishima, que también ha dirigido el “Institute for Global Environmental Strategies”, el anuncio fue muy bien recibido por Naciones Unidas “porque no esperaban una propuesta como ésta”, pero dentro de Japón hay divergencias: “Mucha gente piensa que es un signo de liderazgo mundial, pero por otra parte la industria japonesa está muy preocupada por que no suponga una pérdida de competitividad”. La industria consume casi la mitad de la energía del país y con el nuevo gobierno no estarían exenta de la medida, aunque falta concretar qué parte asumirían las familias y cuál la industria.
Para este experto en políticas medioambientales, el anuncio fue un slogan electoral sin mucha reflexión previa, pero ahora hay que cumplirlo. “Desde la llegada del nuevo gobierno estamos discutiendo cómo conseguir este objetivo y estamos abriendo nuestras mentes hacia ideas más innovadoras, ya que intentar ir hacia esta meta con los mecanismos del protocolo ‘post Kyoto’ sería complicadísimo”, explica.
Buscando la cooperación asiática
Japón es, desde los años ochenta, uno de los mejores países en eficiencia energética, gracias a una potente industria tecnológica y al hecho de que el país no tiene recursos energéticos propios y debe importarlos en casi su totalidad, pero también es el quinto en la clasificación de los que más CO2 emiten.
La alta eficiencia energética incrementa la dificultad para reducir las emisiones producidas, así que el
gobierno estudia nuevas fórmulas a nivel regional y sectorial. “Creemos que podemos negociar con países vecinos como China, India e Indonesia para reducir las emisiones colaborando con ellos en el desarrollo de sectores como el acero y el cemento, que no son eficientes”.
Esta propuesta consistiría en que Japón transferiría tecnología para mejorar la eficiencia de varios sectores a nivel regional. Según Morishima, un acuerdo de estas características, “en busca del beneficio mutuo”, podría reducir “en dos o tres puntos las emisiones anuales de Japón”, aunque reconoce que las negociaciones “no serán fáciles, porque si les aportamos tecnología ellos deberá ser corresponsables en la lucha contra el cambio climático”. Otra de las opciones que contempla Japón es apoyar a reforestación, ya que regenerar los bosques ayudaría a frenar las emisiones de CO2, especialmente en Indonesia.
Estas negociaciones no estarán listas para presentar en Dinamarca, pero Japón espera que la comunidad internacional entienda estos novedosos mecanismos. “China puede reducir fácilmente sus emisiones mejorando la eficiencia mientras que para Japón es extremadamente costoso, juntos reduciremos más que por separado”, argumenta.
La línea medioambiental marcada por Hatoyama no dependerá del resultado de la Conferencia de Naciones Unidas, sobre la cual Morishima no se muestra muy optimista: “Siendo realista, no creo que Estados Unidos entre en ningún acuerdo final, por lo que China tampoco lo hará, pero Japón no modificará su objetivo según lo que hagan ellos”, explica y añade: “Aunque se debería conseguir más, un compromiso de reducir un 15% sería un éxito que no creo que se consiga; espero que al menos se haga algún progreso y que Japón pueda jugar un papel importante en ello”.
Una de los caminos por los que Japón todavía tiene mucho camino para mejorar es en el desarrollo de energías renovables. Morishima, invitado a Barcelona por
Casa Asia para participar en un foro sobre este tipo de energías, reconoce que Japón debe incrementar el uso de la solar fotovoltaica. Otro caso sería la energía eólica, que él considera más difícil de implantar “por los problemas de distribución eléctrica, por el temor a los terremotos y por tener algunos déficits tecnológicos en las baterías, pero que hay que solucionar en breve”. Sin embargo, reconoce que Japón sigue apostando claramente por la energía nuclear.
Pero más allá de la búsqueda de energías con menor impacto ecológico, hay que educar a la población en relación al medio ambiente. “Es muy complicado en una sociedad como la japonesa decir a la población que consuma menos energía”, asegura Morishima. En cambio, explica que la administración ha introducido medidas paralelas, como legislación para construir edificios más eficientes, descuentos en electrodomésticos de menor consumo y una variedad de incentivos que, aunque él considera que la opinión pública es cada vez más consciente del cambio climático, son los mejores mecanismos para influir en que se modifiquen los hábitos y facilitar el camino hacia la sociedad de bajo consumo de carbono que busca el nuevo gobierno.