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Martes, 16 de julio de 2024
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Luto e ira en Pakistán
Pakistán vive conmocionado por el asesinato, el pasado 27 de diciembre, de la líder opositora Benazir Bhutto, principal candidata a las elecciones generales que se iban a celebrar el 8 de enero.
Eva Queralt La carismática líder, descendiente de una familia clave en la historia de Pakistán, tomó el relevo político de su padre cuando éste fue ejecutado en 1979 por el dictador Zia ul-Haq. Tras el magnicidio, la Comisión Electoral ha decidido aplazar los comicios hasta el 18 de febrero.

Las discrepancias sobre la causa de la muerte de Benazir Bhutto siguen enfrentando a los seguidores de su partido, el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) con el gobierno liderado por el presidente Musharraf. Un terrorista suicida se autoinmoló a pocos metros de la líder, que abandonaba el lugar donde había celebrado un acto electoral en la ciudad de Rawalpindi, matando a unas 20 personas. Pero según sus seguidores, antes de la deflagración, Bhutto, de 54 años, recibió dos impactos de bala.

En todo caso, es una incógnita quién está detrás del autor material del atentado. Benazir, que fue la primera mujer elegida democráticamente primera ministra en un país musulmán, tenía muchos detractores en varios frentes, que incluyen desde los islamistas radicales hasta el propio ejército, donde ella misma había denunciado que permanecían miembros del grupo de militares que mataron a su padre.

El gobierno y algunos expertos como el periodista Ahmed Rashid, acusan a Al Qaeda y especialmente al jefe de los talibanes de Pakistán, Baitulá Mehsud, de organizar el atentado. Al Qaeda, sin embargo, lo ha desmentido.

En cambio, la oposición política considera que los instigadores provienen de los servicios secretos y del entorno gubernamental. Nawaz Sharif, líder del PML-N y ahora cara más visible entre los partidos opositores a Musharraf, ha criticado la falta de seguridad que rodeaba a Bhutto y la facilidad con la que los terroristas se acercaron a ella.

Regreso trágico

Hacía dos meses que Benazir Bhutto había regresado a Pakistán, tras diez años de exilio voluntario para evitar ser juzgada por corrupción, con el fin de presentarse de nuevo al cargo de primera ministra y luchar por una democracia plena al precio que fuera, incluso aceptando un pacto de repartición del poder con Musharraf.

Su vuelta a Pakistán en octubre pasado ya estuvo marcada por un gran atentado contra su comitiva, del que ella salió ilesa, que provocó 143 muertos entre sus seguidores. Sin embargo, Benazir no temía por su vida y había declarado en más de una ocasión, ante las advertencias del peligro que corría, que un buen musulmán nunca mataría a una mujer o ardería en el infierno.

Su asesinato, 12 días antes de las elecciones generales convocadas para el 8 de enero, añade más elementos de inestabilidad en esta débil democracia que ha vivido los últimos años bajo el gobierno militar del presidente Musharraf, ahora reconvertido en presidente civil.

La Comisión Electoral ha anunciado ahora el aplazamiento de las elecciones hasta el 18 de febrero con el pretexto de que se ha destruido material electoral en los últimos días y que no es adecuado celebrar una cita electoral en medio de la agitada situación actual.

Sin embargo, el enfado que este aplazamiento puede provocar entre la población puede desembocar en un nuevo brote de disturbios en las calles, que ya tuvieron el triste balance de medio centenar de personas muertas durante los tres primeros días que siguieron al asesinato.

Por otro lado, es evidente que para el gobierno es muy conveniente ganar el máximo tiempo posible antes de los comicios para que la ira popular no se traduzca en una victoria aplastante del PPP en las urnas.

Benazir Bhutto fue primera ministra de Pakistán en dos ocasiones, en los periodos de 1988-1990 y 1993-1996. En ambos casos fue destituida bajo acusaciones de corrupción. Miembros de su misma familia la acusan además de haber instigado el asesinato de uno de sus hermanos.

Sin embargo, fue vista como salvadora de la democracia en su regreso a Pakistán y su pacto de cohabitación con Musharraf era presentado por Estados Unidos como la vía para estabilizar el país y mejorar la lucha contra el terrorismo islámico.

Ahora, siguiendo con la dinastía política, su hijo la sucederá. Bilawal Bhutto, de sólo 19 años, ha sido nombrado presidente del PPP, pero no tomará posesión del cargo hasta que acabe sus estudios en Oxford.

Mientras tanto será su padre, Asif Ali Zardari, quien dirigirá el PPP, pero la rápida designación de Bilawal impide las pugnas dentro del partido por el liderato y la división fomentada por el controvertido perfil del viudo de Benazir, conocido por sus hábitos corruptos.
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