Musharraf, del uniforme militar al traje civil

Eva Queralt 30/11/2007 Musharraf ha anunciado además que pondrá fin al estado de excepción el 16 de diciembre. Decretado el 3 de noviembre pasado, ante la inminente sentencia del Tribunal Supremo contraria a su reelección como presidente, la suspensión de la Constitución le permitió destituir a los jueces de esta institución. Ahora, los nuevos miembros del Supremo han validado la victoria electoral de Musharraf y, una vez confirmada su reelección, ha podido cumplir su promesa: dejar el ejército para ejercer de presidente civil.

Emocionado, en la ceremonia del traspaso de poderes recordaba que lleva toda una vida dedicada al ejército, 46 años. Sin embargo, llegó el momento de evolucionar hacia la democracia y dejar el cargo militar para poder así seguir en el poder sin perder toda la legitimidad.

Aún así, tras la imposición del estado de excepción ya pocos aliados le quedan. Según un reportaje publicado en The New York Times, incluso la clase media pakistaní, la gran baza electoral de Musharraf por ser la principal beneficiaria de las políticas emprendidas desde el golpe incruento de 1999, empieza a cuestionar sus últimas decisiones, especialmente el decreto del estado de emergencia.

A nivel internacional no le va mejor. Estados Unidos, a pesar de celebrar su dimisión como jefe de las fuerzas armadas, está ejerciendo una fuerte presión para que restaure la legalidad constitucional. Y por otra parte, la Commonwealth ha suspendido a Pakistán como miembro, como mínimo, hasta que no levante el estado de emergencia.

La decisión de la Commonwealth, a pesar de ser temporal, ha sido mal recibida en el entorno del presidente. Attiya Inayatullah, diputada del disuelto parlamento por la Liga Musulmana Oficial y ex ministra bajo el mandato de Musharraf, considera que esta organización no ha querido escuchar ni entender las circunstancias que han obligado al presidente a adoptar su decisión.

En declaraciones a Asiared, decía: “Para él, decretar el estado de emergencia ha sido la decisión más difícil de su vida, pero en este caso no había elección si se quería hacer frente a los extremistas que amenazan la seguridad y la integridad del país”. Sin embargo, ella se muestra totalmente convencida de que las elecciones generales previstas para el 8 de enero serán “limpias, justas y libres”, y por supuesto, con la legalidad restaurada.

Musharraf ha justificado el estado de excepción, como decía Inayatullah, por la amenaza creciente de los extremistas en las zonas tribales del país. Incluso se teme una revuelta pashtún, que podría desmembrar la integridad de Pakistán. Estos miedos siguen muy presentes, con los recientes atentados y las bajas continuas en las filas del ejército, pero Musharraf considera que el país ha mejorado lo suficiente las últimas semanas para restaurar la Constitución.

A pesar del anuncio del levantamiento del estado de excepción, la oposición pone en duda la legitimidad de los comicios y mantiene la amenaza de boicotearlos. Nawaz Sharif, el ex primer ministro depuesto por Musharraf en 1999 y que ha vuelto del exilio para presentarse a estas elecciones, así lo ha declarado, dado que considera que la reelección de Musharraf no es legítima y que debería restituir de inmediato al anterior Tribunal Supremo.

Aún así, Attiya Inayatullah no cree que los opositores lleguen a cumplir esta amenaza: “Sería muy irresponsable para cualquier político que quiera un país estable boicotear las elecciones, que además serán como ellos querían: pronto y sin uniforme. No creo que se puedan permitir boicotearlas porque se quedarían cinco años fuera de la escena política”.

Ante este panorama, las pocas semanas que quedan hasta los comicios se prevén llenas de actividad. Los principales adversarios políticos de Musharraf, los dos ex primeros ministros Benazir Bhutto y Nawaz Sharif, ya han presentado sus candidaturas. Sin embargo, no es seguro que sean elegibles, por lo menos Bhutto, que tiene cargos pendientes por corrupción contra ella, lo que va contra las normas electorales.

En cuanto a una hipotética victoria de Sharif si es que finalmente no opta por el boicot, a parte de las dificultades que tendría para trabajar al lado de Musharraf tras lo ocurrido desde 1999, tampoco dispone de la confianza de los aliados internacionales. Al menos, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ya ha declarado que no confía demasiado en su posible lucha contra el terrorismo por sus buenas relaciones con partidos islámicos.

Pero pase lo que pase durante las semanas preelectorales, Musharraf y su sucesor en el ejército, el antiguo jefe de los Servicios de Inteligencia Ashfaq Pervez Kayani, siguen controlando la situación. Con el nuevo cargo, Musharraf, a sus 64 años, deja de ostentar buena parte del poder que tenía, pero sin embargo mantiene muchas competencias, como la capacidad de disolver el Parlamento o el gobierno cuando quiera.

Y según Attiya Inayatullah, tampoco hay que preocuparse por el papel de ejército en la actual situación de cambios e inestabilidad que vive el país. Para ella, la posibilidad de que se alcen en un nuevo golpe militar es “inimaginable bajo ninguna circunstancia”: “El ejército es muy disciplinado, estamos muy orgullosos de este cuerpo y no harán nada que pueda desequilibrar el país en un momento tan difícil”.