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Lunes, 23 de diciembre de 2024
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XVII Congreso del PCCh: balance, novedades y expectativas
Entre el 15 y el 21 de Octubre se celebró en Beijing, el XVII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh). A priori, el evento, desarrollado según las previsiones estatutarias en todos los sentidos, debía confirmar el giro promovido en la política china por Hu Jintao, su secretario general, jefe del Estado y presidente de la Comisión Militar Central, y sentar las bases de su propia sucesión, ya que en 2012 debe abandonar el cargo para dejar paso a una nueva generación de dirigentes que en este lustro debería culminar su preparación.
Xulio Ríos 31/10/2007 Sin embargo, también ha dejado algunas sorpresas, en especial la conformación del Comité Permanente del Buró Político y lo abierta que ha quedado la sucesión, así como la reflexión sobre la necesidad de diseñar un programa de profundización política de alcance y consecuencias aún difíciles de prever.

El informe al Congreso

En su informe al Congreso en nombre del Comité Central, Hu Jintao abundó en la suma importancia de la etapa que ahora se abre en el proceso de reforma y que no dudó en calificar de “crucial”, un período estratégico, dijo, donde hay más oportunidades que desafíos. Además de hacer balance del último lustro, destacando los significativos avances logrados en la reforma del sistema económico y en el incremento del poderío general del país, destacó la certeza de la armonía social y el desarrollo científico como exigencias básicas para garantizar, de aquí en adelante, el éxito y la estabilidad.

En el epígrafe segundo del Informe, Hu Jintao remarca el perfil ideológico de la actual política, destacando que no constituye un alejamiento del marxismo sino un desarrollo de él que atiende a las especificidades del momento histórico y de la propia singularidad de la sociedad china, reivindicando la voluntad del PCCh de enriquecer constantemente su modelo de socialismo con peculiaridades chinas, al tiempo de reforzar su propia condición de vanguardia.

La concepción científica del desarrollo (kexue fazhanguan), que pasa a ser un ingrediente esencial de la definida como etapa primaria del socialismo chino, la explicó así Hu Jintao: “Tiene su primera acepción esencial en el desarrollo, su núcleo en la consideración del ser humano como lo primordial, su exigencia básica en la integralidad, la coordinación y la sostenibilidad, y su método fundamental es la actuación con una visión de conjunto, que invita a persistir en los siguientes puntos: tomar el desarrollo como la tarea primordial del Partido en la gobernación y la revigorización del país; considerar al ser humano como lo primordial; procurar un desarrollo integral, coordinado y sostenible; coordinar con una visión de conjunto.” Además de persistir en los clásicos cuatro principios irrenunciables que acompañan a las cuatro modernizaciones como límite infranqueable para evitar el derrape del proceso, Hu Jintao considera que el desarrollo científico y la armonía social serán, a partir de ahora, la cara y cruz del desarrollo chino.

Las nuevas exigencias recogidas en el apartado IV, abundan en la necesidad de adaptarse a los cambios, prestando atención a aspectos como la innovación científica o la ampliación de la democracia, el medio ambiente o el sistema de valores del socialismo. El meollo de la estrategia que el PCCh chino ansía implementar en los próximos años, tal como se recoge en el apartado V, consiste en “incrementar la capacidad de innovación autónoma”, lo que permitirá acelerar el cambio del modelo de desarrollo, preservar la soberanía nacional y remover los obstáculos que aún impiden el equilibrado desarrollo de la economía. Hu Jintao detalla aquí los principales vectores que influyen en el reajuste estructural de la reforma económica.

El novedoso capítulo referido a la política democrática socialista (apartado VI del informe), destaca que “la democracia es un objetivo del Partido”, si bien dejando constancia de que su orientación política debe ser “correcta” y para ello se debe mejorar el autogobierno de las comunidades de base, el respeto a la ley o abordar una más clara delimitación de funciones y competencias. El explícito burocratismo de esa orientación que en momento alguno hace mención de la otrora permanente separación de Estado y Partido, se complementa con apelaciones a un incremento “de manera ordenada” de la participación política de los ciudadanos.

En el orden cultural, el informe señala que el PCCh sigue defendiendo la posición rectora del marxismo, promoviendo su impulso a todos los niveles. Además, destaca la importancia de asimilar la quintaesencia de la cultura china y aprovechar sus importantes recursos para promover tendencias sociales que refuercen el patriotismo. La gran revitalización de la nación china ha de estar acompañada del florecimiento de su cultura, señaló Hu Jintao.

A la construcción social dedicó su apartado VIII, un detallado compendio de todos los desafíos y problemas existentes en este orden y que constituyen hoy día uno de los mayores desafíos para la estabilidad política y la propia credibilidad del PCCh.

En el ámbito de la defensa, capítulo IX, ninguna novedad destacable, más allá de la reafirmación de los viejos tópicos (en especial, la dirección absoluta del Partido sobre el ejército) y la perseveración en las diferentes dimensiones de la modernización, desde la formación a la capacidad de innovación. Con la reunificación del país (capítulo X) ha ocurrido otro tanto de lo mismo, destacando más lo que no se dijo (referencias a cualquier tipo de amenaza contra Taipei) que lo dicho (reafirmación del principio de “un país, dos sistemas” como guía para culminar el proceso iniciado con Hong Kong y Macao). Asimismo, en la visión de las relaciones internacionales (capítulo XI), el PCCh sigue adscrito al desarrollo pacífico como mecanismo esencial de adaptación a un mundo estable, pero “intranquilo”.

El último capítulo, referido a la construcción del Partido, además de enfatizar la importancia de la lucha contra la corrupción (no habrá indulgencia, se dice en el informe), se recogen compromisos concretos como la promesa de perfeccionar los congresos con iniciativas experimentales en curso en algunas provincias, en el sistema de elecciones y de nominación de candidatos, o la singular llamada de atención a la presencia del Partido en medio de la población flotante, esos cien millones o más de campesinos que abandonan el medio rural en dirección a las sociedades, y que hasta no hace mucho improvisaban soluciones a sus propias necesidades ante la constatación de que el Partido y el Estado simplemente les daban la espalda a sus problemas.

Los principales anuncios de Hu Jintao


Los principales retos y objetivos asumidos por el PCCh en el XVII Congreso podrían resumirse de la siguiente manera:

* Multiplicar por cuatro el valor del PIB per cápita entre 2000 y 2020, controlando la polución y estimulando políticas de ahorro energético. En los últimos cuatro años, el crecimiento chino fue superior al 10%. En el primer semestre de 2007, fue del 11,5%.

* Avance de los servicios médicos y de salud pública en general, en especial en lo relativo a la seguridad alimentaria, anunciando grandes reformas y un mayor énfasis en la prevención. En agosto se publicó el primero libro blanco sobre la seguridad alimentaria.

* Un desarrollo más equilibrado. El crecimiento salió caro en términos ambientales, de desequilibrios y de desigualdades, lo que demanda una mayor atención a la cuestión social y al empleo.

* Un yuan (la moneda china) progresivamente convertible, pero sin fijar fechas ni plazos, aunque perfeccionando de modo constante los mecanismos de la tasa de cambio. China teme una convertibilidad plena que la expondría en exceso a las perturbaciones de los flujos financieros y de los mercados.

* Acuerdo de paz con Taiwán, sobre la base del respeto del principio de la existencia de una única China. Se evocaron medidas políticas y económicas para favorecer la aproximación, sin mentar en ningún momento la adopción de medidas de fuerza.

* Lucha contra la corrupción, promoviendo, en paralelo, políticas preventivas basadas en modelos de virtud agrupados en cinco categorías: altruismo, bravura por una causa justa, honestidad y confianza, trabajo duro y piedad filial.

* Reforma política en el marco del sistema, manteniendo el liderazgo del PCCh, fomentando una participación social “ordenada”, introduciendo mayores medidas de transparencia y alentando una mayor cercanía entre las instituciones y los ciudadanos.

* Fortalecer la cultura china como expresión del “poder blando” del país y no solamente como fuerza creativa y de cohesión.

El debate sobre la democracia

El mensaje político clave de este Congreso consiste en que, en los próximos años, el PCCh se esforzará por innovar un modelo democrático adaptado a sus especificidades. Si 1978 fue el inicio del proceso de adaptación chino a tendencias internacionales hoy afirmadas y entonces difíciles de prever, significadamente en lo económico, este Congreso bien podría significar la llegada a la agenda china de la necesidad de adelantar una reflexión sobre su adaptación a los contornos de un tiempo político en que no puede rehuir ciertos imperativos democráticos que renueven los segmentos más fosilizados del sistema. A la postre, si el PCCh ha sido capaz de introducir y manejar el mercado en una economía planificada y en un sistema que aún se autodenomina socialista, el reto ahora es hacer lo mismo con la democracia, acentuando su papel participativo, integrador y fiscalizador de la gestión pública, reduciendo el peso y la significación de los habituales simulacros. Y todo ello sin alterar la naturaleza del régimen.

“La democracia no significa complacer el gusto de los países extranjeros”, aseguraba Hu Doping, hijo del fallecido secretario general Hu Yaobang y hoy vicepresidente de la Federación Nacional de Industria y Comercio. Yu Keping, director adjunto del servicio de traducción del Comité Central y considerado la “pluma” de Hu Jintao, considera que ahora se trata de hacer progresar activa pero prudentemente la reforma del sistema político. En algunos municipios de las provincias de Sichuan y Hubei, además de Chongqing, ciudad subordinada directamente al poder central, se llevaron a cabo elecciones directas experimentales para los secretarios del PCCh, en una campaña que contempló múltiples candidatos. Anualmente, los jefes del Partido son evaluados y si pierden la confianza de una tercera parte de los votantes, deben abandonar el cargo. Las elecciones directas se llevan a cabo ya en el 90% de los comités de aldea, aunque con un procedimiento manifiestamente mejorable.

La reforma democratizadora que ambiciona Hu debe tener una “orientación política correcta”, es decir, debe servir para consolidar el liderazgo del PCCh y rechazando, como dijo en Yale en 2006 durante su visita a EEUU, cualquier copia mimética del modelo occidental. De lo que se trata es de mejorar la democracia en el interior del Partido y sus proximidades, con medidas lentas como la competencia entre un número cada vez mayor de candidatos, el fomento de la participación, la transparencia y el control, también la institucionalización, y abriendo espacios para compartir el poder con profesionales independientes y otros partidos legales, pero sin admitir posibilidad alguna de alternancia.

”¿Por qué debemos ser de mente estrecha y pensar que no hay alternativa a los sistemas occidentales?”, se pregunta Liu Xirui, profesor de la Escuela Nacional de Administración. El debate promovido en los últimos tiempos a propósito de la adopción de un socialismo democrático, alentado por las investigaciones que desde el año 2000 se llevan a cabo en la Escuela del Partido a propósito del modelo nórdico y la ideología y la organización de la socialdemocracia europea con carácter general, parece haber llegado al punto de adquirir cierta proyección pública. Con esos mimbres, Hu Jintao se apresta a explorar e inventar una democracia propia utilizando el propio PCCh y sus 70 millones de miembros como laboratorio.

La sociedad armoniosa

El elevadísimo coste social del proceso de reforma exigía hace tiempo una corrección profunda. El descontento por la polarización y la proliferación de la corrupción en los entornos del poder a todos los niveles despertaban el temor a que, como aconteció en épocas históricas anteriores, la actual “dinastía” del PCCh fuera barrida por la deslegitimación ante una ciudadanía escéptica que si bien alberga pocas esperanzas de un mensaje socialmente rupturista del PCCh, sí conserva la ilusión por acceder a una mejora del nivel de vida recogiendo beneficios de tres décadas de crecimiento imparable.

Datos oficiales indican que el coeficiente Gini de China superó la marca de advertencia del 0,4. El PIB de Shanghai es de cerca de 76.000 yuanes, más de trece veces el nivel de la provincia suroccidental de Guizhou. En 2007, 300 chinos más que en 2006 figuran en la lista de multimillonarios de China (un total de 800). Los millonarios chinos (alrededor de 345.000) aumentaron un 7,8% en 2006 en relación a 2005, y representan el 13,4% de los millonarios de Asia, acumulando el 20,6% de la fortuna de la región, por detrás de Japón, que suma el 43,7% de la riqueza. Los HNWI (high net worth individuals) disponen de un promedio de cinco millones de dólares y una pequeña minoría, menos de 5.000, controlan, según un informe de las consultoras Merrill Lynch y Capgemini, alrededor de treinta millones de dólares cada uno. China se encuentra, en estos parámetros, en quinta posición mundial, por detrás de Estados Unidos, Japón, Reino Unido y Alemania.

Mientras, el ingreso per cápita en las zonas rurales segue siendo, de promedio, inferior a 3.600 yuanes. La renta media anual de los habitantes urbanos fue en 2006 de 11.759 yuanes, 3,28 veces más que la de los campesinos (3,22 en 2005 y 3,21 en 2004). Las diferencias crecen a pesar de los anuncios de millonarias inversiones en el medio rural.

Junto a la elevación de los ingresos en el campo y el avance general de las infraestructuras, el esfuerzo en el próximo lustro se concentrará en el aumento del gasto social, poniendo a disposición del conjunto de la población los servicios básicos de educación, salud, etc. En el Congreso, el viceministro de salud pública, Gao Qiang, aseguró que en 2020 toda la población disfrutará de servicios médicos (estimada entonces en unos 1.500 millones de habitantes). Actualmente, según fuentes oficiales, el 82% de la población puede acceder al servicio médico cooperativo. En 79 ciudades funciona un proyecto piloto de sistema médico que podría extenderse al conjunto de los residentes urbanos en 2010. La implantación del mínimo vital se estudia para aplicar en las zonas rurales del país.

La presencia empresarial


Una de las novedades del Congreso fue la presencia de un grupo significativo de delegados procedentes del sector no público de la economía. Liu Qingping, profesor en el Instituto Tecnológico de Beijing, considera que esa presencia no solamente sirve para acrecentar la influencia social del PCCh sino que también le proporciona una nueva fuente de poder.

El negocio privado se extiende por toda China. En los últimos años, a la par que la definitiva reglamentación de la propiedad privada, se fueron abriendo a ella cada vez más sectores, incluyendo el bancario y el bursátil. Más convencidos de la sinceridad del régimen y de la seguridad de sus negocios, los delegados de este sector presentes en el Congreso reclamaron políticas preferenciales.

Según cifras oficiales, acogidas con las cautelas propias del caso, el sector no público produce actualmente el 67% del PIB de China y contribuye con cerca del 80% al crecimiento económico del país. El número de pequeñas y medianas empresas registradas supera los 4,3 millones, y generan el 58,5 por ciento del PIB. Más del 95 por ciento son de propiedad personal, según datos facilitados por Li Zibin, presidente de la Asociación China de Pequeñas y Medianas Empresas.

Unos 2,9 millones de miembros del PCCh (otras fuentes elevan la cifra a 3,18 millones) trabajan en compañías privadas, que ya emplean a 120 millones de personas, el 9,2% de la población china. Por otra parte, unos 750.000 empresarios participan en los comités locales y nacionales y en las diversas asambleas, tanto en el campo partidario como propiamente estatal. Según el departamento de organización del PCCh, el aumento de este colectivo desde 2002 fue del 113,4%.

Entre los delegados asistentes también figuraban los patrones de las más grandes empresas chinas, representantes del sector petrolero, informático, aeronáutico, etc., a la cabeza del sector público. Quedan en China unas 119.000 empresas del Estado, de las que 155 son gestionadas directamente por el gobierno central (datos de 2006). Entre 2003 y 2006, se liquidaron 31.000. Los beneficios de las que subsisten crecen sin cesar, con alzas anuales superiores al 35%.

Los nuevos dirigentes

El Comité Permanente del Buró Político que Hu Jintao presentó a los medios el lunes 22 presentaba pocas sorpresas. La noticia, en realidad, se había producido el día anterior, cuando se anunció que en la lista de miembros elegidos del Comité Central figuraban, entre otros, y además de él mismo y Wen Jiabao, Wu Bangguo y Jia Qinglin. Y, por otra parte, la ausencia de Zeng Qinghong, el vicepresidente del Estado y pieza clave del corsé que le había impuesto Jiang Zemin en 2002. La salida de Luo Gan y de Wu Guanzheng se daban por seguras por razones de edad. Las posibilidades de continuidad de Li Changchun, hoy quinto en la jerarquía, eran bastante altas. Por otra parte, entre las figuras emergentes, destacaban Xi Jinping y Li Keqiang.

Ese retrato de la nueva cúpula evidenciaba la clara existencia de un compromiso entre los principales vectores de poder que aún siguen conservando su impronta en las más altas esferas de la dirigencia china. Es un error menospreciar el peso de estos grupos de interés o facciones porque responden a una situación real y, en cierta medida, inevitable, en función tanto de la complejidad de la situación en el país que debe tener reflejo en una creciente diversidad de opiniones e intereses en el PCCh, como de una amplísima militancia (más de 70 millones de miembros) en la que no es imaginable una unanimidad ciega.

En los meses previos al Congreso, Hu Jintao impulsó una amplia política de nombramientos que afectó a muchos de los principales estamentos del Partido, del Ejército y del Gobierno. Ello, no obstante, no impidió la plasmación del compromiso con Jiang Zemin, Zeng Qinghong y Li Peng, singularmente. Cabe imaginar que ese proceso no ha terminado y que proseguirá con los reajustes de personal en los próximos meses, pudiendo culminar en lo esencial en las sesiones de marzo del año próximo cuando se celebre la Asamblea Popular Nacional.

En rampa de salida de cara a la sucesión, dos figuras, Xi Jinping y Li Keqiang, aguardan su oportunidad. En 2012, los demás miembros del Comité Permanente abandonarán sus cargos y ellos deberán repartirse las jefaturas del Estado-Partido y del Gobierno. El orden de presentación de ambos ante la prensa el lunes 22, predispone a Xi Jinping para asumir el liderazgo principal, pero no está del todo claro que así llegue a suceder. Numerosas fuentes y observadores coinciden en que Li Keqiang es el candidato de Hu Jintao.

Quienquiera que sea, el sucesor de Hu conducirá los destinos de China hasta 2022, una etapa clave para la madurez de la actual reforma iniciada en 1978. Ambos candidatos participan de la idea del renacimiento del país y comparten la necesidad de perseverar en el actual proceso, pero las preferencias de Hu Jintao probablemente no son gratuitas y responden a la necesidad de mantener o no la fidelidad al proyecto original, es decir, a la exploración de un modelo propio que no haga concesiones a las presiones exteriores más allá de las estrictamente necesarias. Su nacionalismo, de contenido social y civilizatorio, pudiera encontrar mejor cobijo en el perfil de una persona formada con él en la Liga de la Juventud Comunista y en provincias menos desarrolladas como Henan o problemáticas como Liaoning, que con quien ha demostrado también una gran capacidad para impulsar la economía privada (en Zhejiang y Fujian) y goza del reconocimiento de los grandes actores de la economía internacional (por ejemplo, del secretario del Tesoro estadounidense Henry Paulson). A pesar de ello, esa preferencia de Hu pudiera llegar a ser el mayor hándicap para Li Keqiang cuando Xi Jinping procura distanciarse de los sujetos principales para afirmar tanto su independencia como su vocación integradora y de compromiso.

Conclusiones


El XVII Congreso del PCCh ha permitido institucionalizar un cambio de discurso que ya se venía propiciando en los cuatro últimos años, alrededor de los conceptos de desarrollo científico y la sociedad armoniosa, unánimemente aceptados por los delegados. De otra parte, sin avasallar a sus adversarios, Hu Jintao ha afianzado el control del aparato partidario y de su propia sucesión, que deberá producirse en 2012, sin que ahora quede sentenciada, inmersa en delicados equilibrios entre las diferentes facciones.

El denominador común del evento fue la convicción de que China entra en una nueva etapa que la debe catapultar definitivamente hacia el centro del escenario político internacional, y que en ese proceso, los peligros serán abundantes por lo que hace falta estar preparados para afrontarlos preservando la propia soberanía, cuestión también unánimemente celebrada como irrenunciable.

En paralelo a la reunión del PCCh, en Washington, el G-7 reclamaba de Beijing una “apreciación acelerada” del yuan, y el Congreso de Estados Unidos, en su informe anual, denunciaba las fragilidades y carencias del sistema social y jurídico chino, sus políticas en materia de religión, nacionalidades y derechos humanos. El día 17, George Bush recibía al Dalai Lama, reforzando la proyección internacional del líder tibetano, en lo que podría interpretarse como un claro intento de aguar la fiesta del PCCh.

Igualmente, en la víspera, algunos ex dirigentes veteranos criticaron el rumbo capitalista del Partido La web maoflag.net que publicó una declaración al respecto fue cerrada durante varios días y la carta retirada. Otro manifiesto, firmado por unas 12.000 personas, alertando de la injusticia vigente en el país y reclamando reformas políticas y respeto a las libertades consagradas en la propia Constitución, no llegó a los delegados del Congreso, protegidos en todo momento por una barrera policial infranqueable y omnipresente en los puntos neurálgicos de la ciudad y en los hoteles donde fueron alojados. Programas de radio y de televisión considerados “inapropiados” fueron objeto de censura por las autoridades con el propósito de garantizar un ambiente “saludable” para el Congreso.

Esos dos apuntes reflejan las tensiones externas e internas que no darán tregua a la reforma en los próximos años.

El broche de oro del XVII Congreso fue el lanzamiento del primer satélite de exploración lunar Chang’e, que marca un nuevo hito en la acelerada carrera espacial china.


Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (Casa Asia-IGADI) y autor del libro “Mercado y control político en China”(La Catarata, 2007).

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