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Martes, 16 de julio de 2024
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Corea: paz y… ¿reunificación?
Pasados más de cincuenta años desde la división, las dos Coreas ponen rumbo hacia la reunificación de la Península con el impulso de la segunda e histórica cumbre intercoreana. El gesto del presidente surcoreano cruzando a pie la Zona Desmilitarizada camino de Pyongyang se convierte en todo un símbolo de esperanza y del deshielo de las relaciones bilaterales.
Dani Triadó 08/10/2007 Kim Jong Il, líder del régimen más aislado y hermético del mundo, Corea del Norte, puso en jaque en 2002 a la comunidad internacional al expulsar a los inspectores de la ONU y anunciar, al año siguiente, su retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear. La crisis internacional desatada desde entonces tuvo su punto culminante en octubre de 2006, cuando Pyongyang realizaba su primer ensayo nuclear.

Transcurrido un convulso año desde entonces y tras renunciar a la bomba atómica a cambio de ayuda económica y energética –en un acuerdo alcanzado en conversaciones a seis entre las dos Coreas, Japón, Rusia, China y los EEUU– los líderes de Corea del Norte y del Sur se reúnen en Pyongyang por segunda vez desde la división de la Península en un encuentro que finalizaba con el anuncio de una declaración de “paz permanente”.

Kim Jong Il y Roh Moo-hyun se comprometen a poner fin al armisticio de 1953, firmado tras la Guerra de Corea, y a trabajar conjuntamente por un objetivo que cada vez parece alejarse más del relato utópico camino de convertirse en realidad: la paz y la reunificación nacional.

“Antes de iniciar un proceso de reunificación, que será largo y complejo, hay que alcanzar un proceso verdadero de reconciliación nacional”, afirma Alfonso Ojeda, director del Centro Español de Investigaciones Coreanas (CEIC). Medio siglo después, la cruenta huella de la Guerra de Corea, que acabó con la vida de dos millones de personas, sigue estando vigente y, como recuerda Ojeda, “hasta hace poco abundaban los gestos de enemistad entre los gobiernos del norte y el sur”.

De hecho, ambos países se han comprometido, con la reconciliación como meta, a desplegar diversos proyectos de cooperación mutua para desarrollar económicamente el norte y consolidar el entendimiento político y social y poner fin, con ello, a la última frontera de la Guerra Fría.

Eunsook Yang, doctora por la Universidad Complutense de Madrid y autora del libro “Corea. Historia de una reunificación”, explica que antes de establecer un régimen de paz en toda la Península, “será necesario ampliar las zonas de paz existentes –la Zona Desmilitarizada en el Paralelo 38–, y se llegará a un acuerdo para establecer una región de pesca conjunta en el Mar del Oeste” que ponga fin a los conflictos navales que han acabado con la vida de decenas de soldados de ambos lados.

Más complejo resultará el proceso de reunificación de la Península. “Convendría apostar por una reunificación pausada, por fases, con el fin de aminorar la costosa factura de la reunificación”, sostiene el director del CEIC, que recuerda que “en la unión de las dos Alemanias, las instituciones europeas y el presupuesto comunitario ayudaron a consolidar el proceso de unidad germana”. “Esta ventaja no se verifica en la Península Coreana”, concluye.

La doctora Yang se muestra tajante al afirmar que a Corea del Sur le será difícil sobrellevar la reunificación si la comunidad internacional la deja sola. Cabe recordar que la población de Alemania Oriental –en el bloque socialista– representaba en 1990 tan sólo un tercio de los habitantes del lado Occidental, mientras que la población norcoreana equivale a la mitad de los habitantes del Sur, que, además, viven en una economía empobrecida a niveles acuciantes.

En este sentido, el periodista y traductor Javier Cortines, ex corresponsal de la Agencia EFE en Corea, afirma que “perdido el temor a la invasión norcoreana, los surcoreanos ahora tienen miedo a ser despojados de su nivel de vida en caso de una reunificación prematura”.

“La prioridad es la paz”, afirma, sin embargo, Yoon Young-Kwan, profesor de la Universidad de Seúl y ex ministro de Exteriores surcoreano (2003 – 2004). “No hay en el mundo un país como Corea. Las naciones divididas tras la Segunda Guerra Mundial, recuerda Yoon, ya han logrado la reunificación. Tenemos que realizar un esfuerzo económico para poner fin a la última lacra de la Guerra Fría”. “Sentimos envidia de los Alemanes desde 1989”, exclama el ex primer ministro surcoreano Hong Koo-Lee (1994-1995 bajo la presidencia de Kim Young-sam).

Por si fuera poco, la Península Coreana deberá afrontar la cuestión ideológica. Casi veinte años después de la caída del Muro de Berlín, el comunismo sigue vigente en Corea del Norte a través de la ideología “Juche”, ideada por Kim Il Sung, mientras que en el sur rige el capitalismo agresivo herencia de la liberación estadounidense.

“La Historia nos demuestra que los sistemas económicos capitalista y comunista no pueden coexistir –sostiene Alfonso Ojeda–, uno de ellos suplantará al otro.” Aunque lejos de poder compararse con el desarrollo que vive China desde las reformas de Deng Xiaoping, Corea del Norte impulsa desde hace años Zonas Económicas Especiales como las de Kaedong o Sinuiju, que reciben inversiones del capital surcoreano.

Sin embargo, Eunsook Yang considera que hará falta “un periodo razonable para preparar económicamente al norte” y Alfonso Ojeda cree que si bien “Corea del Norte ya ha iniciado una tímida apertura económica, insuficiente si la comparamos con China, su aparato productivo no resiste, por ahora, la lógica del mercado.”

De ahí radica la importancia de que la comunidad internacional respalde, y no sólo con palabras, la reunificación coreana. “Corea del Sur necesita el apoyo de Japón, Rusia, Estados Unidos y China”, opina la doctora Yang. En este sentido, cabrá ver qué rol juega Pekín, el único aliado de Pyongyang.

El ex primer ministro Hong recuerda el importante papel que ha desempeñado China en las negociaciones a seis bandas para el fin del programa nuclear de Pyongyang, ejerciendo de anfitrión de las reuniones, y afirma que “lo último que desea Pekín es inestabilidad en la zona, y menos aún con la proximidad de la celebración de los Juegos Olímpicos”.

“China prefiere, sin duda, la reunificación de las dos Coreas –reitera Cortines–, pero lentamente, sin prisas, ya que la estabilidad es clave para el desarrollo económico de la República Popular”. Aunque, precisamente por eso, por la estabilidad y por lo complicado del proceso de reunificación, “China podría decantarse por mantener el ‘status quo’ actual de la Península”, opina el ex ministro Yoon.

Pero, en el caso de que finalmente se acordara la reunificación, ¿qué ocurrirá con los dirigentes del régimen de Pyongyang el día que ambas Coreas se reunifiquen? Eunsook Yang afirma que los actuales líderes de Corea del Norte, que dirigen con mano de hierro el país, saben que si existe la posibilidad de que se les obligue a pasar cuentas judicial y penalmente, la reunificación no será posible.

El ex primer ministro Hong considera que la comunidad internacional no debería injerir en la transición norcoreana y que “tendrá que ser la propia sociedad de Corea del Norte la que decida si juzgar o no a sus actuales dirigentes”.

Javier Cortines va más allá y asevera que “una apertura al exterior, sin ningún as en la manga supone la muerte política de Kim Jong Il”. Seúl es consciente de que la reunificación de la Península no pasa por la absorción del norte por parte del sur sino que deberá basarse en una cooperación conjunta entre los dos países que permita construir una nueva Corea. “Derribar el régimen de Corea del Norte no sería nada fácil”, razona la doctora Yang.

En este sentido, es significativo el hecho de que Corea del Sur haya aceptado abandonar Seúl, en un futuro, como capital del país. “Si la capital de la Corea unificada fuera Seúl, supondría una humillación para los norcoreanos”, en palabras de Eunsook Yang.

Pero a pesar de las dificultades que comporta la reunificación de la Península Coreana, todos los analistas y políticos entrevistados sostienen que los beneficios políticos, sociales y culturales van a superar el sacrificio económico y social que supone semejante proceso de unidad nacional. La coreana Eunsook Yang, quien prevé que la reunificación llegará en quince o veinte años, reconoce los beneficios emocionales que para la sociedad tendría la caída de la última frontera de la Guerra Fría

Colonización, guerra y partición

A principios del siglo XX, las ansias expansionistas del emperador Hirohito llevaron al Ejército Imperial Japonés a conquistar medio continente asiático. Una ocupación de la que no se libró la Península Coreana en su totalidad cuyo último reino cayó en 1910, año en que fue impuesto el sistema colonial en la región.

Durante 35 años, las riquezas de la Península fueron explotadas y su sociedad subyugada. Tres décadas y media durante las cuales la lengua coreana fue prohibida y los alzamientos populares a favor de la independencia, respaldados por el sentimiento nacionalista surgido entre la clase intelectual, fueron reprimidos con violencia.

El lanzamiento de la primera bomba atómica de la historia sobre la ciudad de Hiroshima, y su posterior devastación, no sólo puso fin a la Segunda Guerra Mundial sino que marcó el inicio del ocaso del Imperio Japonés, culminado con la rendición en 1945 del Emperador Hirohito y la liberación de los territorios colonizados.

Se produjo entonces un acuerdo entre los EEUU, que invadió el sur de la Península, y la URSS, que penetró por el norte tras expulsar a los japoneses de Manchuria, China, para dividir la Península Coreana en dos a través del Paralelo 38, una línea divisoria escogida de forma arbitraria.

Washington y Moscú debían encargarse de reestablecer el “status quo” anterior a la colonización, permitiendo a su sociedad acceder a la democracia. En 1946, las Naciones Unidas resolvían que en dos años ambos territorios debían estar preparados para celebrar elecciones.

Pero mientras en Seúl se extendían la democracia y el capitalismo, la URSS se negaba en 1948 a convocar los comicios y entregaba el poder a Kim Il Sung, líder guerrillero antijaponés entrenado por el Ejército Rojo. Kim no tardó en proclamar la República Democrática Popular de Corea cuya respuesta fue el nacimiento en el sur de la República de Corea, terminando, así, con 1.300 años de unión.

En 1950, el sentimiento de superioridad ideológico y la errónea creencia de que EEUU había abandonado Seúl a su suerte conducían al líder norcoreano a invadir el Sur con el fin de unificar el territorio bajo un solo régimen comunista dando pie a la Guerra de Corea.

El conflicto fraticida provocó la muerte de cerca de dos millones de civiles y no concluyó hasta que, tres años más tarde, los dos territorios pactaron el armisticio. La paz nunca se llegó a firmar.

Kim Dae-jung y Kim Jong Il, jefes de Estado del Sur y el Norte respectivamente en aquel momento, pusieron fin a 47 años de aislamiento gracias a la cumbre de 2000, tildada de histórica y tras la cual se produjo un acercamiento inédito hasta entonces, fundamentado en la política de buena voluntad del presidente surcoreano.

Con el fin de recuperar el mismo espíritu conciliador de entonces y con el compromiso de Pyongyang de desmantelar su reactor nuclear –pasados cinco años de negociaciones para acabar con una crisis que muchos analistas han calificado de chantaje y que el ex premier Hong atribuye a la pérdida de seguridad de Pyongyang ante las amenazas de la Administración Bush– Kim Jong Il, y Roh Moo-hyun, presidente surcoreano, cimientan en 2007 las bases para la declaración de paz, la reconciliación nacional, y la anhelada reunificación de la Península.
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